Ms. Tree 2: Esqueletos en el armario. Cómic.

  • Guionista: Max Allan Collins 
  • Dibujante: Terry Beatty 
  • Cártem Cómics 

Tras esa primera toma de contacto del público español con el personaje de Ms. Tree, en Ms. Tree, una madre de armas tomar, ahora Cártem nos trae un segundo volumen recopilatorio de los relatos de la detective más hardboiled del cómic USA. En él se recogen el resto de los tebeos publicados en forma de magazine cuatrimestral a inicios de la década de 1990 bajo el paraguas de DC Comics. 

Si en el primer volumen sobre los casos en que se veía envuelta Michael Tree sobrevolaba el tema de la familia y hacían bueno el dicho de que la sangre es más espesa que el agua, ahora tenemos un libro de casos, todos ellos variados y sin que nada los unifique más allá de su protagonista. Con su expeditiva forma de resolver casos, en este volumen sí que se da un poco más de espacio a los personajes secundarios, cuyas intervenciones se echaban un tanto de menos en el anterior volumen. 

Se abre el tomo con La cuenca del diablo, en que la detective acaba en Bloomington, una de esas idílicas localidades estadounidenses en que nunca pasa nada y todos los vecinos se conocen de toda la vida. El problema es que ese pueblo salido de una ilustración de Rockwell ha sido elegido para albergar una iglesia satánica y al poco empiezan a aparecer jovencitas asesinadas en lo que podrían ser asesinatos rituales. Collins da rienda suelta en este relato a su vena más gamberra y provocadora (para los estándares estadounidenses) al presentarnos una Iglesia de la Iluminación Satánica con las mismas características de cualquier Iglesia normal y corriente: una máquina de hacer dinero a costa de unos fieles que palían sus carencias emocionales gracias a un falso sentido de pertenencia a una religión que se reduce a una membresía calcada a la del Club Megatrix y a unos ritos que mezclan las fiestas a lo Hefner con herejías de lo más pueriles –el tebeo se abre con una misa negra en que los fieles hacen algo tan satánico como rezar el padrenuestro al revés-. 

Más allá de la parodia religiosa, que no es nueva en el caso de Collins, el grueso de la historia tiene más que ver con otra de las constantes en la obra del novelista –y del noir y western norteamericano con que el autor alimentó sus años formativos- como es la exploración de las pequeñas comunidades rurales y de cómo muchas veces, por su tamaño y acendrada religiosidad, se encuentran dirigidas, por no decir dominadas, por un líder que aunque no sea carismático sí tiene en sus manos los medios de producción y dicta, al tiempo que dirige, quién entra en la “buena sociedad” y quién no. 

Continúan el volumen con la historia que da título al volumen, usando como motor de la trama la homosexualidad justo en el momento en que ésta dejó de ser catalogada como enfermedad mental. En la historia se combina una reflexión sobre los derechos de los homosexuales y los límites de la privacidad al existir en el campus del hijastro de Ms. Tree, Michael Junior, una revista que se dedica a “sacar del armario” a esos gays que aún preferían vivir en el marco de una familia heterosexual, al más puro estilo de revistas como la Confidential que dio nombre a una novela de James Ellroy, y que tan comunes fueron en Estados Unidos hasta los años setenta. 

Hoy día nos pueden sonar un poco lejanos esos tiempos en que los homosexuales no es que no deseasen vivir su sexualidad abiertamente sino que la ocultaban por miedo a las consecuencias, no sólo reputacionales, pero aquí nos recuerdan que en un momento temporal tan cercano como inicios de los noventa existía una homofobia rampante que era tan mayoritaria como “correcta” para la sociedad del momento. Lo inesperado para el lector de quiénes dirigen la revista –un movimiento hoy bastante políticamente incorrecto-, la manera de acercarnos al sufrimiento de las víctimas de ese tipo de “destapes” -más bien chantajes- y la manera de acercarnos al prejuicio y a la posibilidad de superarlo, personificándolo en uno de los secundarios habituales, al tiempo que los temas de fondo se mezclan de forma efectiva con una serie de asesinatos hacen que el relato vuele bastante más alto que el anterior, aunque la falta de espacio dentro de la revista –que se complementaba con relatos de otro personaje llamado Medianoche a cargo del también novelista Ed Gorman- hace la resolución un tanto atropellada. 

Más balanceado queda el siguiente relato, Cry rape, que nos vuelve a enclavar en la Universidad de Michael Junior para lidiar con las violaciones por sometimiento químico en las fiestas. Esa lacra, de la que unos cuantos políticos que no deberíamos dudar en mandar al cubo de basura de la historia han intentado aprovecharse este mismo verano, estaba presente ya en la época y no es sólo Collins el único autor de cómic que ha dado cuenta de ella (ahí estaban, por ejemplo, John Ostrander, en la última miniserie del Escuadrón Suicida que guionizó, o Fabian Nicieza en su Nova) pero sí ha sido el único que le ha añadido al combo un elemento político que hasta hace poco a la gran mayoría se nos escapaba

“-Sé quién eres. Una traidora a tu sexo. 

(…) 

-Te crees tan dura. ¡Eres una broma…! ¡Un machote travestido de mujer con la que los tabloides pueden pasárselo en grande! 

-Escucha, corazón…y esto no es una broma: estás explotando una tragedia para promover tu propia agenda política. ¡En realidad te importa una mierda Linda Hastings…y no te importa de verdad si arruinas la vida de un chico inocente marcándole como un violador!”. 

Cualquiera que conozca a Collins, aunque sólo sea por entrevistas, sabe que no es alguien dado a callarse sus opiniones –a veces de forma bastante gratuita- pero en este caso esa capacidad de decir lo que nadie más se atreve, unido a un interés genuino por darnos todas las perspectivas posibles (aunque sin ambigüedades, siempre sabemos qué está bien y qué mal y en qué lado de la línea está cada personaje), nos deja a mi juicio el relato más sólido en forma y fondo de todo el volumen que nos trae ecos en su resolución de la cinta En la cuerda floja (1984, d. Richard Tuggle). 

Como penúltima pieza en viñetas encontramos El hotel del horror, un relato bastante inesperado por su temática más cercana a las casas encantadas que a las investigaciones detectivescas. El esquema sería una mezcla entre el Diez negritos de Agatha Christie y la Hell House de Matheson con Ms. Tree y su colega Dan Green contratados como personal de seguridad para bautizar un hotel con temática terrorífica, que cambia completamente el tono de los relatos anteriores y ofrece un respiro temático al lector.  

Aunque no es el mejor relato que ha salido de la mente de Collins, sí que es lo suficientemente interesante para tener al lector entretenido y no podemos dejar de ver el cariño de los creadores por los monstruos del cine de terror clásico -sobre todo si conocemos un poco cómo se cimentó la relación entre Collins y Beatty, gracias en gran parte al cine y a su mutuo cariño por la cultura popular estadounidense-; se suma que éste es un regalo para el dibujante, que crea imágenes diferentes a las habituales en la serie, con viñetas que nos retrotraen a los tebeos de terror y crímenes pre-code y a los nombres de Johnny Craig y Chester Gould. 

La serie de cómics se cerró con Vivir y morir en Vietnam, una historia que gira en torno a los soldados estadounidenses desaparecidos en combate durante ese conflicto y que tanto juego dieron durante los ochenta al cine. Aquí Collins se resiste a seguir la senda de sagas como Desaparecido en combate y a través del duelo provocado por ese conflicto, que une y a la vez separa a los socios de la investigadora Roger y Dan, nos habla de familias destrozadas por la ausencia y de mafiosos que no dudan en traficar con huesos para avivar falsas esperanzas, al tiempo que aporta datos reales en torno a la realidad de los desaparecidos en combate en ese país del sureste asiático a través de una historia que, a pesar de un Deus ex machina hacia el final, es junto a Cry rape, de lo mejor del tomo. 

De Terry Beatty he dicho hasta ahora poco y no puedo añadir excesivas cosas a lo ya dicho en la reseña del primer volumen, más allá de lo dicho hace un par de párrafos, aparte de retractarme de la no identificación de las influencias de Gould que allí expresé. El estilo claro y la narrativa estilizada del autor sigue ahí y, por decir algo diferente, destacaría su capacidad para construir viñetas con fondos muy trabajados que dan viveza a los diálogos sin entorpecer el ritmo cuando la acción explota. 

El volumen se completa con el relato corto en prosa Louise, con el que Collins ganó el Edgar a la mejor historia corta, en el Collins retrata la naturaleza benevolente a la par que impulsiva de Ms. Tree a través de un caso de secuestro parental. Collins usa todos sus recursos como escritor para introducirnos en una de esas historias en que hay más de lo que aparece a simple vista. La voz narrativa, en la primera persona de la investigadora, nos predispondrá a lo largo del relato hasta un final que nos muestra que los lazos familiares, y los matrimonios lo son, tienen circunstancias complejas y lugares oscuros que escapan a las simplificaciones a las que tan dadas son las crónicas de los periódicos. 

Pero desde Cártem Cómics no se conforman con traducir la obra y ponerla a disposición del público español con los mejores valores de producción, sino que han completado este volumen con un prólogo del siempre interesante Daniel Custer, miembro del blog Freaks & Friends y activo integrante de grupos de Facebook como El foro de la BD o La mazmorra de Latveria, un complemento muy bienvenido en estos tiempos y que afianza esa fama de buen hacer que desde la editorial salmantina se han labrado en el breve período que llevan editando tebeos.  

Un volumen con historias inspiradas y con dos creadores al máximo de sus capacidades, una edición superior a la media. ¿Hace falta que diga mucho más? 

Miguel Ángel Vega Calle 

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