Juez Bao y la posada maldita (Vol. 4). Cómic .

  • Guión: Patrick Marty 
  • Dibujo: Chongrui Nie 
  • Amok Ediciones 

Juez Bao y la posada maldita (vol 4) – YouTube

Tras un espacio de tiempo un poco más dilatado de lo esperado, por fin podemos tener en nuestras manos la anunciada continuación de la serie protagonizada por el histórico y reverenciado Juez Bao Zheng, un legendario juez que realmente existió durante la dinastía china Song, conocido por desempeñar su labor con una honradez extrema y sin hacer distinción por el origen o sexo de las personas que pasaban por su yamen 1.  

En esta nueva entrega el Juez, una vez vencida la amenaza a la que se enfrentó en El Juez Bao y la bella envenenada, para la ciudad de He Zhong y sus habitantes todavía quedan un buen montón de cuestiones pendientes derivadas de lo contado en esa aventura, además de estarse produciendo una serie de secuestros que tienen como blanco a los comerciantes que transitan por la zona. Bao vuelve en este álbum a convertirse más en una figura secundaria, que diseña las estrategias y asigna a los subordinados sobre los que recae el peso de la acción, y que cuando interviene lo hace más desde una posición de figura ya semimítica e inspiradora, siendo capaz de parar una revuelta campesina sólo escudado por su prestigio.  

La acción se centra en sendas tramas criminales, ya que, además de los secuestros, en las sombras de He Zhong hay una conspiración parida por los ciudadanos más ricos de la provincia para socavar los planes del juez, quien intenta organizar eficientemente al campesinado a fin de conseguir unas ventas escalonadas de las cosechas que palien la escasez de comida al tiempo que eleven los ingresos de los trabajadores del campo. En esta trama es de agradecer que los autores huyan del vulgar blanco y negro al introducir la figura de Song, un terrateniente que sí desea el progreso de los planes de Bao porque entiende que a la larga permitirá que todos salgan beneficiados. 

“- ¡Mi propio padre, el venerable Song, va a prestar incluso nuestros silos a los campesinos! 

– ¡Más bajo, Qi Xin! Has bebido demasiado. 

– Es verdad que nuestro amigo Qi Xin ha bebido demasiado, pero no le falta razón. La política del Juez Bao no es buena para el negocio. Sería bueno ponerle freno, ¿no os parece? 

– Y si los campesinos, llegado el momento de recuperar sus cosechas descubrieran que han desaparecido, ¿qué pasaría entonces? 

– ¡Una revuelta! 

– Mucho mejor. El Juez Bao quedaría desprestigiado y los negocios volverían a su cauce…Señores, vosotros veréis.”. 

Este cártel secreto creado para alterar el precio de los insumos nos da unos cuantos momentos para la reflexión que, si el álbum no se hubiera publicado en Francia en 2012, parecerían pensados mirando el mundo, e incluso la España, de 2024 al involucrar fake news (o sea, mentiras de toda la vida, que buscan poner a la víctima del lado del victimario), las cantidades irrisorias que se pagan por los productos agrícolas en origen o la idoneidad de los controles de precio en los productos de primera necesidad (que es, en el fondo, lo que está haciendo aquí el Juez). Todo ello se entremezcla al tiempo con una de las características de la cultura asiática por excelencia, que ya tocaron los autores en un álbum anterior: el deber de los hijos de venerar la memoria de los antepasados y, concretamente, a los padres; justo esa oposición de Qi Xin a la posición de su padre, Song, y despreciar su sabiduría es, filosóficamente hablando, la causa de las desgracias que le acontecerán en esta historia.

Además de estas tramas, más propiamente criminales, Marty y Nie plantan una tercera al inicio del tomo, más melodramática, cuando presenciamos la venta en matrimonio de la esposa del pobre Peng a un comerciante rico de otra provincia

La posada regentada por la señora Wang, que da título a este cuarto episodio de la serie, será el lugar que sirva de nexo común a todos estos hilos con los que los autores crean un tapiz en el que la acción principal del relato se centra sobre esos secuestros, hasta el punto de que el resto de tramas queden un poco deslavazadas y su conclusión se precipita y supedita un poco a fin de coincidir con la detención de quien está detrás de esos secuestros. Lo dicho no obsta para que las mismas tengan un desarrollo satisfactorio, pero un poco más de espacio para su conclusión y encaje con la principal las hubiera beneficiado, arrojando un resultado más redondo. 

No puedo dejar de notar que, si bien es cierto que la serie del Juez Bao se centra de manera general en denunciar la corrupción que surge cuando las autoridades y las clases pudientes llegan a acuerdos poco confesables (ya sea de manera tácita, ya sea de manera más expresa), cada tomo igualmente expone otro tipo de problemáticas propias de la época en que se desarrollan estos frescos históricos y aquí vemos, aún más claramente que en otras entregas, lo que suponía ser mujer en esa época. 

Alejándose también aquí del blanco y negro, vemos que no todas las féminas eran iguales y que, a pesar de la estratificación social, eran capaces de tomar un rol activo en la sociedad del momento, así no es igual la princesa Xi, a quien ya conocimos en el tomo anterior y que en esta cuarta entrega es en gran medida el actor que con su determinación -y tozudez- logra que se resuelvan los misterios, que la esposa de Peng, un asistente de Bao del que no sabemos bien qué pensar hasta que toda su subtrama se resuelva bien entrado el tomo. Sutil, quizá inconscientemente, los autores dejan caer que una mujer sin dinero estaba total y completamente sometida a su marido, hasta el punto de que podía ser vendida por éste sin mayores problemas, al tiempo que una mujer económica y socialmente pudiente, como Xi, podía estar entre los hombres en pie de igualdad e, incluso, contravenir órdenes directas de ellos, siendo su papel de todo menos pasivo. 

“- ¿Os gusta la caza, princesa? 

– ¿La caza? Sí, excelencia, depende de la presa… 

– ¡Fantástico! Seréis el señuelo para nuestra presa, es la única manera de identificarlo, actuaréis bajo las órdenes del oficial Zhan Zhao.”. 

Un reflejo de esta si no igualdad, al menos libertad que da la posición económica, lo podemos encontrar también en la señora Wang, la dueña de la posada de He Zhong, que esconde su fuerte carácter tras bromas y sonrisas forzadas, pero que es muy capaz de sacar ventaja de sus clientes masculinos, que no son capaces de ver más allá de ese papel de anfitriona bien dispuesta y complaciente, tanto es así que es en su posada donde desnudan sus ambiciones y dejan al descubierto sus debilidades para que Wang las aproveche a su favor.  

La cuarta fémina que se nos presenta, y que enlaza este volumen con la que será quinta y penúltima aventura de la serie, es la huérfana Bai Xue, a quien el joven paje Bao Xing quiere atraer y que consigue que éste acabe enseñándola a leer a ella y al resto de los huérfanos que la princesa Xi da cobijo en su palacio. Tenemos aquí otro ejemplo, en este caso positivo, de cómo las mujeres son capaces en esta serie de tomar ventaja, sin necesidad de acudir al engaño ni a malas artes, sobre sus contrapartidas masculinas. 

 Si echamos una mirada más amplia a la serie en este aspecto, notamos que los hombres que aparecen, fuera de la comitiva que acompaña a Bao, tienden a asociarse por motivos puramente económicos, cuando no egoístas, mientras las mujeres se asocian entre ellas para llegar a finalidades mutuamente beneficiosas e, incluso, altruistas, no sólo tenemos como ejemplo de esta visión el hospicio a cargo de la princesa Xi sino que antes, en la segunda entrega de la serie, la dama Lian, con la herencia adquirida al enviudar, regentaba un monasterio laico para cobijar mujeres que fueron objeto de trata con fines sexuales. 

Patrick Marty se las arregla para que todos estos temas y matices se inserten en la historia de forma orgánica, al tiempo que pone en boca de los personajes unos diálogos que con cada entrega se van haciendo más fluidos y naturales. Cada personaje habla de una manera diferente, marcando su carácter y personalidad, certificándose así que el salto de calidad del guionista, ya notado en la reseña del tercer álbum, no es coyuntural sino que está para quedarse (para alegría del que esto escribe). 

Por su lado, el dibujo de Chongrui Nie sigue con su estilo en blanco y negro realista, ya comentado también en esa reseña, integrando aún mejor si cabe los fondos dentro de las viñetas y creando una acción más fluida, donde los ojos se deslicen por las páginas con toda naturalidad, a pesar de que aquí y allá siguen apareciendo rigideces en los movimientos o expresiones exageradas en los rostros, pero también hay que resaltar que es capaz de presentar los sentimientos de los personajes de una manera más sutil que en tomos anteriores. Más de una vez notamos su formación pictórica en planchas que parecen grabados de época, que dan ganas de enmarcar, donde la reproducción de las vestimentas y arquitectura, reproducidas exactamente tal como eran en la realidad, se integran perfectamente con los paisajes y con la narración.   

La editorial Amok hace una edición a la altura -en su línea, por otra parte-, ofreciendo un gramaje de papel alto y una calidad de reproducción impecable, que nos permite disfrutar del dibujo en blanco y negro de Nie en todo su esplendor, siendo la única pega que se les puede poner el que las portadas, semirrígidas, presentan ciertas resistencias cuando se intenta abrir el tomo en toda su amplitud. Tampoco se le puede poner pega alguna a la traducción de Fabián Rodríguez Piastri, quien en el tercer volumen de la serie ya tomó el relevo a Lorenzo Díaz en estas labores y que ha acometido también la traducción de Una montaña lejana… (también para Amok), la obra en que Chongrui Nie, como autor completo, dio forma a sus recuerdos de la Revolución Cultural y que cualquier fan del Juez Bao debería conocer de primera mano, aunque sólo sea por compartir el magnífico arte de Nie. 

Afortunadamente no habrá que esperar mucho tiempo para poder hacernos con la continuación de esta serie, puesto que Amok Ediciones tiene previsto ponerlo a la venta a inicios de este mismo mes de abril, donde podremos ver al buen Juez de nuevo ocupando el centro de una aventura en el penúltimo álbum de la serie: Juez Bao y las lágrimas de Buda

Miguel Ángel Vega Calle 

  1. Aunque en esta serie definiríamos al yamen como tribunal, el término original se usa para designar edificios o dependencias oficiales, esa polisemia explica el que Bao, además de como juez, ejerce como gobernador civil de He Zhong, enderezando las consecuencias de los desmanes a que puso fin en el anterior álbum. Queda así implícito en esta serie que la justicia, al contrario que en muchas ficciones occidentales, no queda servida con la detención y condena de los malhechores, sino que hace falta una actividad adicional que devuelva a las comunidades a la senda adecuada.  ↩︎

2 comentarios en “Juez Bao y la posada maldita (Vol. 4). Cómic .

  1. Muy buena reseña. También me parece a mi que el punto débil de la historia son las dos tramas secundarias, la desaparición de la esposa y la conjura de los ricos propietarios. Son tramas q exigiría una mayor amplitud para quedar bien explicadas.

    Mi única disconformidad con el autor de la reseña es la utilización de anglicismos. Odio palabras como fake, whodonit … tan utilizadas en Totalnoir …, pero me quedo con lo bueno q es la gran labor crítica q hacéis y el anunciarnos todas las novedades.

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    • Muchas gracias por comentar y, efectivamente, coincidimos en que esas dos tramas quedan muy supeditadas a la principal, pero, como usted, prefiero quedarme con lo bueno que hay en este álbum.

      Lo de los anglicismos es, al final, una opción estilística para evitar sobreexplicar conceptos que quedan cubiertos con una sola palabra (aunque sea prestada, no siempre -ni sólo- del inglés). Palabras que, por otra parte, han sido previamente extendidas y asimiladas gracias a los medios de comunicación y que, si le soy sincero, también me ayudan a evitar repetir términos y hacer el texto más aburrido de lo que ya es.

      De nuevo, muchas gracias por seguirnos y por apreciar lo bueno que tenemos.

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