Juez Bao y la bella envenenada (vol. 3). Cómic.

  • Guión: Chongrui Nie y Patrick Marty 
  • Dibujo: Chongrui Nie
  • Amok Ediciones

Que el poder político corrompe parece una obviedad a estas alturas, sobre todo con las noticias de estas últimas semanas, y no nos hacen falta ni Lord Acton ni sus citas para tenerlo bien presente, como tampoco es que se les hiciera necesario a los chinos de la dinastía Song del Norte, de hace aproximadamente un milenio, aunque ellos sí tenían la suerte de ser coetáneos al juez Bao Zheng. Les resumo, por si ustedes no están familiarizados con este nombre, Bao Zheng fue una persona real que vivió en el siglo XI de nuestra era, de clase humilde pero intelecto preclaro, consiguió superar los exámenes imperiales y ocupar diversos cargos, siendo el más recordado de ellos el de juez, puesto que durante su ejercicio alcanzó fama de sagaz, justo y, sobre todo, de azote de corruptos, sin reparar en la cuna, fortuna o magistratura de éstos. Desde entonces, a través de óperas chinas, pingshus y poemas, su memoria se ha mantenido viva -aunque bastante idealizada- y, en muchos períodos, estas obras han servido para denunciar los vicios políticos del momento sin usar nombre y apellidos, sino mediante una figura de prestigio histórico que castigaba esos vicios tan conocidos.  

En esta tradición de las gong´am chinas (relatos de magistrados que resuelvan crímenes, que en España nos suenan lejanamente gracias al Juez Di de Robert van Gulik) es en la que se encuentra enclavada esta serie de BD francesa cuyo tercer volumen llegó a nuestras estanterías hace escasas semanas. En ella se nos traslada a la ciudad de He Zhong, donde la gente común se ve torturada por la hambruna a pesar de los ímprobos esfuerzos de su gobernador, el Duque Zhao, y de las ayudas económicas con que el Emperador busca estabilizar la situación, con resultados lentos y poco alentadores. En esta ciudad recalarán el incorruptible Bao Zheng y sus asistentes a fin de averiguar si de verdad el Duque es tan esforzado como alega, al tiempo que investigan qué ha provocado la extraña catatonia de una bella mujer, Hua Xing, cuando se encontraba en la ciudadbuscando a su retoño. 

“- Sabed que estamos al servicio del Emperador y de todos y cada uno de sus súbditos, sin distinción de rango. (…) Espero de vosotros más que vuestras competencias. Espero que os superéis. ¡Pero basta de discursos! ¡Señores, a trabajar!” 

Patrick Marty (1963, Bergerac), sigue encargándose de los guiones de esta serie a caballo entre el procedural y la reconstrucción histórica, alcanzando en este tercer volumen ese difícil equilibrio entre caracterización y acción que en los álbumes anteriores se encontraba un tanto desequilibrada. Imprime al guión un ritmo narrativo constante, que intercala muy bien entre la acción -mínima para el resultado de la trama pero sin ser escasa- y las secuencias de conversación que constituyen el espinazo de cualquier procedural. Nos reencontramos con el elenco de personajes de los álbumes anteriores, poniéndose el foco en esta ocasión sobre el médico y asistente Gongsu Ce (como ya hizo con el aguerrido Zhan Zhao en Juez Bao y el fénix de jade y con el joven Bao Xing en Juez Bao y el rey de los niños) al tiempo que crea a secundarios tan interesantes como el duque Zhao, la princesa Xi –sobrina y, al tiempo, hija adoptiva del duque- y Pan –asistente del duque y marido de Xi-. 

Una de las particularidades de la saga es que el juez que da título a la serie se mantiene normalmente en un segundo plano, repartiendo tareas y haciendo consideraciones sobre la investigación, mientras que la actividad investigadora propiamente dicha la lleva a cabo alguno de sus subordinados; éste tercer volumen no es una excepción, repartiéndose la narración policiaca entre los tres secundarios ya mencionados, con Gongsun llevando adelante la faceta forense –tanto médica como administrativa, puesto que se encargará también de supervisar las cuentas del duque Zhao- la acción se repartirá entre Bao Xing y Zhan Zhao, perdiendo este último parte de su protagonismo a favor de un Xing que empieza a dejar atrás esa faceta de mero estudiante. 

Pero sin duda la caracterización da un salto de calidad respecto a anteriores álbumes cuando Marty se dedica a mover el drama en que se ven inmersos el duque Zhao, Pan y la princesa Xi, haciendo que al lector le interesen unos personajes que en más de un pasaje se nos hacen antipáticos (sobre todo Xi, tengo que añadir). La particular relación entre estos tres personajes y sus luchas de poder es la que centra nuestra atención, más incluso que la trama detectivesca, dejando ciertas consideraciones sobre el ascenso social y los roles establecidos en la sociedad –de género, pero también sobre lo difícil que es dejar atrás tu estamento, aunque ya hayas ascendido socialmente, y las inseguridades que esta nueva posición acarrea- que, a pesar de ser breves y sutiles, dan un juego que el guionista sabe exprimir de manera notable.  

La doble investigación, quizá por esa predominancia de la trama de la familia del duque, a pesar de contar con menos espacio se encuentra mejor desarrollada que en los álbumes anteriores, en que las identidades tras los crímenes eran bastante evidentes desde el primer momento (cosa que, en realidad, es una característica tradicional de los relatos chinos en torno al Juez Bao, así que no sé si contarlo como un demérito de Marty o como respeto a sus fuentes), y resultan más satisfactorias una vez llegamos a su resolución. 

Por el lado del dibujo Chongrui Nie (1943, Calcuta) sigue dándonos planchas con esa estética tan llamativa e hiperrealista de los personajes que tanto ha llamado la atención de todos los lectores que se han acercado a esta serie; el dibujante construye los detalles faciales y corporales y sus sombras a través de finas rayas que se entrecruzan y los pligues de las ropas a través de masas de tinta negra que rasca hábilmente, aunque esto lo combina con trazos de tinta al modo tradicional, en una suerte de orfebrería gráfica que es delicada, detallista y realista a un tiempo.   

Al pintor chino –pues a su edad ésta es su verdadera ocupación artística, aunque lleve realizando dibujos para cómics desde 1977 y haya participado también en el mundo de la animación o en la creación de diapositivas- se le nota influencia del arte tradicional chino en los rostros y ligeramente del ukiyo-e en sus fondos, que en este álbum han empezado a ser más numerosos y estar mejor integrados en las viñetas. Hay que destacar, además, esas expresivas manos con que el dibujante hace que sus personajes apoyen sus diálogos, reafirmen sus razonamientos o regateen, que al lector occidental puede llamarle la atención pero que los que alguna vez hemos visitado China y sus mercados reconocemos como parte de la idiosincrasia de sus gentes. Todo esto no quita que aún notemos cierta rigidez en el lenguaje corporal de los personajes y que en algunos momentos sean demasiado evidentes las referencias fotográficas de algunos rostros, pero son pequeños detalles que no entorpecen la lectura.  

Cualquier pega se nos olvida cuando comprobamos que Nie ha empezado a usar con mayor libertad la estructura de sus páginas, con viñetas a sangre y escorzos más frecuentes -que delatan la inspiración en las representaciones teatrales del juez-, lo que, curiosamente, ayuda a que no se note el paso del formato apaisado de la edición original al de página vertical, con que Amok Ediciones remonta el formato apaisado de las páginas originales en la edición española. Gracias a ello destaca aquí esa doble página con que se abre el álbum, que tiene algo de western en pantalla grande, y la mayor fluidez de las coreografías de peleas al estilo wuxia. Así, el dibujo, tan único ya antes, ahora ha dado otro salto de calidad no ya parejo al del guión sino superior, en que todo se ve mucho más fluido y fresco.  

No puedo resistirme a llamar la atención sobre cómo los autores, que han sido criticados por objetivizar la figura de la mujer por los desnudos aparecidos en álbumes anteriores, en este volumen añaden una secuencia en que Zhan Zhao se cambia de ropa ante el Juez y los lectores sin más objetivo narrativo que enseñarnos el sixpack y el pecho palomo de este maestro en artes marciales. Cada cual que interprete estas planchas como quiera, a mí al menos me sacaron una sonrisa. 

Añadir, por el lado editorial, que este tercer álbum de la serie, además del buen hacer que ya mostró la editorial anteriormente, cuenta con un interesante prólogo de la doctora en historia y profesora titular de la Universidad Autónoma de Barcelona María Antònia Martí Escayol, en el que la académica contextualiza, con bastante más gracia y conocimiento que este reseñista, la figura histórica de Bao Zheng y las múltiples narrativas que históricamente se han desarrollado en torno a ésta y que, en estos tiempos en que todo se fía a Wikipedia, ayudará a más de uno a disfrutar mucho más de este álbum. 

Viendo que sólo hemos llegado al ecuador de la serie, y a juzgar por las páginas de los siguientes tomos que podemos ver en BDGest, es posible que con este tercer álbum haya empezado a mostrarnos su verdadero potencial, más allá del procedural canónico, para confirmarnos que estamos ante uno de los títulos policíacos (e históricos, no lo olvidemos) más interesantes de la actualidad. Ojalá que la Editorial Amok nos traiga pronto las siguientes entregas y que, ya de paso, pueda traernos Au loin, une montagne…, la crónica autobiográfica de Chongrui Nie durante la Revolución Cultural maoísta, en donde podemos ver su arte más depurado que nunca.

 

Miguel Ángel Vega Calle 

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