El Camino: una película de Breaking Bad

Tras el apoteósico final de Breaking Bad, Jesse Pinkman salió escopetado en el Chevrolet El Camino de Todd hacia la noche, dejándonos con la duda de qué ocurría después, ¿huía como muchos deseábamos?, ¿le alcanzaban las consecuencias de su pasado junto a Walter White?, ¿ninguna de las anteriores? En 2019, tras años de ruegos de los fans, Vince Gilligan nos respondía en una cinta de dos horas a todas nuestras dudas sobre el destino final de Jesse.

Vince Gilligan decide empezar el film en medio de la última conversación entre Jesse Pinkman (Aaron Paul) y Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks), cuando en la temporada final de Breaking Bad Jesse se encuentra ante el paso decisivo de abandonar el mundo de la metanfetamina y a ese padre putativo que era Walter, ya megalomaníaco perdido, y, quizá, poder:

“-Arreglar las cosas.

-No…Lo siento, chico, eso es lo único que nunca podrás hacer.”

Pero, como ya saben los que hayan visto la serie (o los que se leyeran el análisis que publicamos sobre Breaking Bad aquí y aquí), Jesse acabará la serie sucio, desgreñado y pletórico por recuperar la libertad. Esta alegría le dura bien poco al cruzarse con la comitiva de policía que aún los busca a él y a Walter, acorralándole de nuevo y obligándole a buscar un escondite. Ese fugitivo, delincuente supuestamente peligroso, se ha convertido para la población de Albuquerque en un completo descastado que ya no sabe en quién confiar.

Antes de seguir, un aviso: esta película, a pesar de venderse como una cinta autónoma, es una continuación directa del final de Breaking Bad y, si usted no ha visto la serie, puede comprenderla pero no se va a enterar de las referencias y guiños. Me explico, la trama es sencilla: Jesse huye físicamente de la policía y psicológicamente de su pasado, lleno de cicatrices psicológicas y emocionales; hasta ahí bien, Gilligan nos muestra en una serie de flashbacks al inicio lo que ha sufrido Jesse y mediante los informativos de televisión nos pone al día del por qué, pero no puede ir más allá de la superficie porque es imposible condensar la relación que Jesse tiene con los diferentes personajes que aparecen, empezando por Skinny Pete (Charles Baker) y Badger (Matt Jones).

Y Gilligan, ciertamente, hace un gran trabajo mostrándonos el cariño que Skinny y Badger, incluso Joe el del desguace (Larry Hankin), sienten por Jesse, ese amigo, compañero y, en cierta medida, líder que les dio un objetivo, dentro y fuera del tráfico de drogas, y un modelo al que querer emular. Así, una vez aparece Jesse en su puerta no pueden más que ayudarle a huir, mucho más al ver que esa criatura cubierta de cicatrices, más parecida a un perro apaleado que a un hombre, se encuentra sin lo más mínimo para cubrir sus necesidades: ni dinero con el que reencauzar su vida, ni familia a la que acudir, ni siquiera ropas con las que protegerse de los elementos y cruzar la calle sin llamar la atención.

“Tío, eres mi héroe y esas mierdas.”.

Así empieza la fase final de la maduración de Jesse Pinkman, si ya al final de Breaking Bad las sudaderas de colores chillones y las explosiones verbales llenas de amenazas e insultos ya habían pasado a un segundo plano, aquí nos encontramos con un Jesse purificado en el sentido luterano del término, su sufrimiento ha limpiado el mal que pudiera haber realizado anteriormente y si es capaz de superar sus limitaciones lo que surgirá es un hombre completo, con un fondo de buena persona pero sin dudas sobre sus objetivos ni problemas a la hora de emplear la fuerza para conseguirlos si ello fuera necesario, aunque para ello deberá superar esos condicionantes mencionados.

La narración desde el principio se desdobla en dos: las secuencias que siguen al Jesse actual, con su papel de ratón en el laberinto, y los flashbacks en que se nos cuenta ese año entre la banda de neonazis, adentrándonos en esos momentos en que Jesse era poco mejor que un perro y descubriéndonos los oscuros rincones del alma de Todd (Jesse Plemons), el siniestro y rubio operativo con el que Walter sustituyó a Jesse en la quinta temporada de la serie; todo narrado con ese ritmo pausado que suele usar Gilligan, contribuyendo a crear aún mayor sensación de suspense e impactándonos aún más en los contados momentos de violencia.

Si este redactor tuviera que quedarse con una narración sobre la otra (algo imposible en realidad, pues una alimenta a la otra), quizá la más importante, temáticamente hablando, sea la de esos flashbacks que nos muestran la muerte y redención de Jesse, porque nos cuenta la maduración forzada del protagonista durante ese encierro de un año, cuando las múltiples formas de huida de la responsabilidad que ha empleado Jesse ya no están disponibles -ni la droga ni el culpabilizar a sus figuras paternas- y ya no hay un Walter que le proteja, manipule o contra el que rebelarse (no olvidemos que han sido precisamente sus decisiones conscientes de rebelarse las que le han puesto en ese lugar y provocado el sufrimiento de sus seres más queridos).

Esa “muerte” de la que hablo es metafórica (y bien que se encarga de recalcar la metáfora Gilligan en las escenas en que transportan el cadáver de la empleada doméstica, junto a la que se encuentra un Jesse en posición fetal, convirtiendo el Chevrolet El Camino de Todd en un coche fúnebre por el simple método de añadirle una capota que le da, literalmente, esa forma), pero sólo hasta cierto punto, puesto que Jesse ha estado en el vacío un año, sin vida real, purgando sus penas en un infierno habitado por el mal más absoluto que puede haber en el imaginario norteamericano (los nazis) y, en concreto, a merced de Todd, uno de los personajes más psicopáticos que ha dado el audiovisual moderno.

Todd, que apenas había sido desarrollado en Breaking Bad, no es un malvado al uso según los estándares audiovisuales implantados (que los suelen representar como inteligentes y maquiavélicos, capaces de planear a largo plazo) sino un niño en el cuerpo de un adulto, hasta cierto punto un estúpido, sin gran capacidad de raciocinio más allá de lo que le ha enseñado su tío, al que nombra todo el rato, y con una actitud de pedir disculpas continuas; eso, como el niño que quema las hormigas con una lupa, no le impide luego llevar a cabo las acciones más crueles sin el mínimo remordimiento (verle conducir escuchando Sharing the night together y pedir que un camión use la bocina, como un escolar, mientras en su maletero van Jesse y un cadáver pone los pelos de punta a la vez que te hace preguntarte que más le hicieron a Jesse en su cautiverio).

Gilligan, siempre con un pie en el género western, nos presenta ese viaje al corazón de las tinieblas con planos del desierto que, a la manera de Ford o Hawks, son un retrato psicológico del vacío del alma de Todd y de que lo único que espera a Jesse es una nada árida mientras siga en poder de éste. No es éste el único momento en que Gilligan remarca los momentos mediante paisajes (el inicio ante el río nos retrotrae al paso de otro cauce mítico, el Rubicón, cuyo paso cambió la República romana) o movimientos de cámara (esos giros en el apartamento de Todd, justo en el momento en que Jesse tiene que entrar en la retorcida mente de éste) y recurre a más elementos del western, siendo el más evidente el duelo en el taller de Neil Kandy (Scott MacArthur); además, el director se encarga de remarcar las diferentes etapas de Jesse con metáforas que no necesariamente tienen que ser visuales pero que están ahí para el que quiera interpretarlas (verbi gracia, cuando Jesse pasa de usar el Chevrolet El Camino a un Pontiac Fiero, de manera que empieza a tomar las riendas de su vida).

Ayuda a estas decisiones estéticas que Marshall Adams, el director de fotografía, mantiene la impronta visual de Breaking Bad durante todo el metraje, pero con el plus de que aquí usa las cámaras de cine para una película que de verdad se va a estrenar en salas, en lugar de para un formato televisivo, añadiendo una auténtica profundidad de campo en la mayor parte de las escenas, acentuando ese tono de western que hemos mencionado y que ya se veía, unas veces mejor que otras, en las cinco temporadas de Breaking Bad.

“-Eres muy afortunado, ¿sabes? No has tenido que esperar toda tu vida para hacer algo especial.”.

Gilligan, para rodar la auténtica despedida a Jesse Pinkman y a Breaking Bad, no podía obviar a los personajes que más influyeron en Jesse durante ese lustro largo que duró la ficción, por eso aparecen Jane (Krysten Ritter) y Walter (Bryan Cranston) durante unas breves secuencias, una para recordarle que el destino en muchos casos es lo que uno hace por sí mismo y el otro para recordarle que, a pesar de ser una figura paterna real para Jesse, siempre lo consideró un infeliz al que tenía que encauzar, porque no podía volar libre del todo.

Esos recuerdos, que son en realidad la despedida que hace Jesse (y Gilligan a través de él) de estos personajes y este mundo, nos llevan a los espectadores a reflexionar en torno a las trayectorias paralelas que Jesse y Walter han tenido. Las comparaciones, como siempre, son odiosas, puesto que, mientras que Walter acabó solo y con un dinero inservible, Jesse cuenta con el aprecio y el respeto de múltiples personas a su alrededor (incluso Kandy lo respeta) y que el dinero que tiene no le convierte en millonario pero tiene la finalidad de servir de base para una vida nueva, ya libre de las ataduras de su pasado, convertido en un hombre en el sentido estricto del término.

Cuando aparecen los títulos de crédito, mientras Jim White nos canta sobre recuerdos que envenenan nuestros sueños, nos despedimos de uno de los personajes (y mundos) más tridimensionales que en la ficción de este inicio del siglo XXI se han concebido. “Pero, oiga, aún le queda Better Call Saul”, dirán con razón, pero esa es otra historia, como un vecindario que existe en la misma ciudad pero que tiene una perspectiva completamente diferente del paisaje.

Ficha técnica:

  • Título original: El Camino: A Breaking Bad Movie
  • Año: 2019
  • Duración: 122 min.
  • País: Estados Unidos
  • Dirección: Vince Gilligan
  • Guion: Vince Gilligan
  • Música: Dave Porter
  • Fotografía: Marshall Adams
  • Reparto: Aaron Paul, Matt Jones, Charles Baker, Jesse Plemons, Krysten Ritter, Scott Shepherd, Tom Bower, Scott MacArthur, Tess Harper, Robert Forster, Larry Hankin, Kevin Rankin, Johnny Ortiz, Marla Gibbs, Brendan Sexton III, Michael Bofshever, Bryan Cranston, Cody Renee Cameron
  • Productora: Netflix, AMC, Sony Pictures Television (se puede ver en Netflix)

Miguel Ángel Vega Calle

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