¿Existe la novela negra rural en España? Ensayo de Nines Salgado.

 Lo malo de titular con una pregunta es que te obliga a hacerte muchas otras previamente. Sin ir más lejos, ¿qué es lo rural, ¿qué entendemos por rural?, ¿quizá el modo de vida imperante en Europa hasta el desarrollo de la revolución industrial?, ¿o, como dice Marc Badal en su obra Vidas a la intemperie, es aquel mundo que “se encuentra en el pensamiento y el recuerdo de los que se marcharon de su pueblo sin llegar a dejarlo del todo (…) Es el campo en el exilio. Los campesinos expulsados de sus tierras que nunca han acabado de adaptarse al medio en el que fueron recluidos”?

En lo que parece que todos estamos de acuerdo es en el progresivo abandono de este mundo rural. De modo que no es fácil la definición de lo rural cuando autores que no sitúan a sus protagonistas en grandes ciudades, tampoco lo hacen en un ambiente propiamente rural. Francisco Bescós localiza sus obras en Calahorra, más bien una ciudad pequeña. Igualmente, Eugenio Fuentes, con su pueblo-ciudad de Breda. Por otra parte, su detective es más bien viajero. Así que, cómo podemos definir la novela negra rural.

Para quien esto escribe, como para Marc Badal o Paco Cerdà, que estudian el mundo rural en general, es imprescindible tener en cuenta que cuando hablamos de mundo rural estamos hablando de un mundo en extinción. Hablamos de etnocidio o de demotanasia, es decir, de la extinción de una cultura, de la desaparición de una población, lenta y silenciosamente.

La cultura campesina se transmitió oralmente. Pero con el abandono del campo esta memoria se ha roto. No recordamos ni reconocemos la labor de nuestros abuelos o bisabuelos.

En cualquier caso, no conviene sublimar. Cierto que hubo un tiempo en el que las puertas no se cerraban y se compartían alegrías y tristezas, pero también envidias y resentimientos. No podemos, en mi opinión, caer en una idealización bienintencionada que se lleva a cabo, desde la distancia temporal que todo lo tamiza.

De la misma manera, tampoco hay que idealizar la vuelta al campo que han realizado los neorrurales, “un pecado mortal que ha sembrado tantas frustraciones en emigrantes utópicos que pretendían dejar el asfalto urbano y abrazar cielos de mariposas y pajarillos que jamás hallaron en el pueblo”, como dice uno de Los últimos de Paco Cerdà.

¿Cabe imaginar un entorno más propicio para una historia negra? Los territorios deshabitados de extrema despoblación, la soledad continua, el silencio retumbante, las viviendas vacías son un decorado extraordinario para dar rienda suelta a las emociones humanas. Y las páginas de sucesos siempre tienen algo que contarnos sobre crímenes en eso que ahora superficialmente llamamos España vacía o vaciada.

Desde la novela, tradicionalmente, ha habido un acercamiento a este espacio. Según Paco Cerdà, La lluvia amarilla de Julio Llamazares es la Biblia de los adeptos al culto de la despoblación. En mi opinión, la otra novela contemporánea canónica ambientada en el espacio rural es Intemperie, de Jesús Carrasco.

Estilísticamente contrapuestas, escrita desde el lirismo La lluvia amarilla y desde la crudeza Intemperie, ambas nos dejan la angustia y la desolación en la boca del estómago. Una percepción sensorial domina ambas novelas, el silencio. Y, ante todo, el punto de vista desde el que está contemplado y descrito este espacio rural: el amor al medio, un medio al que cada día se maldice, pero que no se abandona; del que uno se aprovecha, pero que no se expolia. Ambos herederos de Delibes, desde luego. Llamazares y Carrasco tienen muy presentes al Nini, a Azarías, al señor Cayo, a Daniel el Mochuelo

Los Caín, de Enrique Llamas, y Aguacero, de Luis Roso, son dos novelas negras ambientadas en el mundo rural. En los años setenta Los Caín y en los cincuenta Aguacero. Cuentan historias diferentes, de manera más simbólica Enrique Llamas y más realista Roso. Pero ambas obras comparten una cualidad fundamental: el punto de vista: aunque narrada en tercera persona Los Caín y en primera Aguacero, plasman ambas la mirada de un personaje externo al ámbito rural, alguien que viene de la capital, una mirada urbana, condescendiente en el mejor de los casos. Así describe Trevejo, el personaje de Roso, su llegada a Las Angustias—atención al nombre del pueblo—, localidad cercana a Madrid:

Mi impresión al contemplar por primera vez aquel pueblo, bajo un cielo plomizo que entonces comenzaba a descargar una fina llovizna, fue la de haberme introducido de repente en otro mundo, un mundo ajeno y opuesto a la burbuja urbana madrileña a la que estaba acostumbrado. Fue como dar un paso y encontrarme de repente en el interior de una pintura de Goya o Gutiérrez Solana.

La llegada a Somino de Héctor en Los Caín no es mucho más prometedora:

Miró alrededor y lo que vio eran los campos que colgaban del calendario en la sala de profesores. ¿Quién mandaba imprimir un calendario con fotografías de esas tierras? Arcillosas, secas, áridas, desagradecidas… Las únicas que poseían los habitantes de aquel lugar. Para ellos, la mejor tierra del mundo. 

Los dos autores, muy jóvenes—1989, Llamas; 1988, Roso—se proclaman deudores de Delibes, a quien nombran en su lista de agradecimientos, y de toda la generación de escritores de los cincuenta. Y, por supuesto, no cabe dudar de esta admiración, pero habría que preguntarse, al menos quien esto escribe lo hace, si comparten una mirada similar hacia el mundo rural. La mirada de Delibes es una mirada compasiva, comprensiva. No así la de estos autores, quienes parecen escribir de sus personajes como un entomólogo escribe de sus insectos. Desde lejos y con lentes de por medio.

No es que las novelas carezcan de calidad, que la tienen. Aquí solo me estoy refiriendo a su acercamiento al espacio rural. Sin ir más lejos, la trama de Los Caín es francamente rebuscada. No estoy negando la posibilidad de unir lo rural con lo simbólico, pero sí cuestiono la mirada que sobre este espacio y sobre sus habitantes se dirige. De la misma manera, Roso se entretiene en unos cuantos tópicos sobre la cerrazón de los vecinos del pueblo y pierde la oportunidad de describir los cambios que puede suponer la construcción de la presa para el tipo de vida tradicional de los campesinos, incluso si alguna vez dejara de llover. Y eso que, seguramente, haya tenido presente la poco conocida novela del realismo social Central eléctrica de López Pacheco, escritor de la generación de los 50.

Porque, evidentemente, falta en nuestras dos novelas negras el afán de la memoria. Al contrario, Trevejo y Héctor están deseando salir del pueblo, de la trampa, de la madriguera. Ninguno de los dos, durante su estancia en el pueblo, llega a comprender las motivaciones de la conducta de la gente que lo habita. Una cosa es resolver un enigma y otra cosa entender el envés de las acciones humanas.

De manera que el mundo rural sigue sin tener quien le escriba, la pregunta inicial sigue abierta, no hay posibilidad de establecer respuestas, al menos por mi parte. No porque no se publiquen novelas ambientadas en el mundo campesino, sino porque la novela negra o policial no aprovecha el potencial que le ofrece un mundo maravilloso, absolutamente literario y cargado de violencia potencial para escribir historias que hablen de lo que siempre ha hablado la buena novela negra: la situación social o los dilemas morales de las personas. Son más negras La lluvia amarilla y, sobre todo, Intemperie, cargadas de violencia e intriga, que Aguacero o Los Caín. Y, además, agradecería que cumplieran un par de requisitos: ambientarlas en la actualidad, sin recurrir a la historia como refugio; y huir del mal de Maritornes del que habla Sergio del Molino en La España vacía (cómo no citarlo), es decir, no ver sólo los defectos de lo rural y dejar de escribir de ello desde el deseo de huida.

Para que la memoria de todos nosotros perviva.

Nines Salgado.

Selección de fotografías: M.M. (Despachos de Corpus Christi).

3 comentarios en “¿Existe la novela negra rural en España? Ensayo de Nines Salgado.

  1. He leído Los Caín hace poco y no la encontré tan noir como me esperaba, si no más una novela country con toques de misterio, por eso el final me dejó con sentimientos encontrados. En cualquier caso, la historia me pareció buena y la ambientación sencillamente magistral, algo de lo que aprender.

    Me ha encantado este artículo, he intentado buscar artículos sobre country noir (o rural noir) y no he visto mucha variedad.

    Biquiños!

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