Señalado por la muerte, de Irvine Welsh.

Señalado por la muerte, Irvine Welsh. Anagrama.

Nueva entrega, y según el autor—¿será la última?—de las peripecias del grupo de bizarros muchachos escoceses que nos fueron presentados en Trainspotting. Han llegado a la mediana edad, y alguno ya peina canas, pero a su manera, siguen siendo un pelotón de sujetos excesivos, disfrutones y cínicos hasta las últimas consecuencias.

Les acompañaremos en sus actividades y vidas actuales, por supuesto salpimentadas de sexo explícito, drogas y alcohol a cascoporro, y ofreciéndonos escenas y situaciones tan imposibles, como impactantes. Y de paso nos ofrecen mucha sátira social, singulares reflexiones sobre el paso del tiempo, y sus propuestas para afrontar el futuro y entender el mundo en que vivimos.

A Renton, que ejercerá de voz cantante, nos lo encontramos como abrumado representante de algunos dj. De ellos llega a decir …

“Me encanta la música dance, pero los DJ ya no: es una mierda de tarea ser su representante. Antes no era así: algunos DJ eran lo puto peor, sí, pero la mayoría no, solo era gente a la que le molaban los clubes y la música dance. La cosa cambió cuando empezaron a llegar los millennials, unos estirados que van por ahí como si el mundo les debiese algo, y ahora, por lo general, y salvo bastantes honrosas excepciones, lo que suele ocurrir es que, cuanto más dinero cobra el DJ, más capullo es. Así que a medida que iba ganando pasta, me encontraba con gilipollas cada vez más grandilocuentes y vanidosos.”

Y sobre las chicas dj ….

“Las mujeres DJ, la mayor parte de las veces, tienen muy buen gusto y pinchan la música house que a mí me gusta, guay y auténtica. Pero por lo general no son tan obsesivo-compulsivas como sus colegas varones. Hablando en plata, tienen vida. Y resulta dificilísimo que incluso las que no la tienen lleguen a triunfar, porque se trata de una industria de lo más machista. Si no están buenas, no las toman en serio y los promotores pasan de ellas. Y si están buenas, no las toman en serio y los promotores intentan cepillárselas.”

También nos encontramos con Begbie, Franco, o  Francis James Begbie. El más salvaje y psicópata del grupo, hoy día es un afamado artista plástico, de gran éxito, emparejado con una despampanante californiana, y con dos adorables hijas. Pese a parecer tranquilo y alejado de sus excesos juveniles, veremos cómo sus demonios pondrán a prueba su voluntad. De paso nos hace un cínico retrato del mundo del arte, lleno de esnobismo, necedad e insustancialidad.

Por supuesto no podía faltar Sick Boy, Simon David Williamson, dedicado al proxenetismo elegante de las señoritas de compañía con título universitario, pero que sigue siendo un cabrón con pintas, logrando poner en situaciones apuradas a todo el que se le acerca. Nos ofrecerá con su actividad y reflexiones una cáustica visión del sexo y las relaciones humanas, que se puede ejemplificar en lo que piensa de la aplicación Tinder ….

“Disfrutemos de los beneficios del neoliberalismo antes de que acabe patas arriba y haga explotar el desdichado planeta que tenemos bajo los pies. ¡Tenemos la síntesis perfecta de lo mejor del mercado libre y del socialismo, aquí mismo, en el teléfono! Es la respuesta al gran problema de nuestro tiempo: la soledad y la tristeza que causa no follar en Navidad… ¡Y es gratis!”

Y el cuarto integrante del grupo que aparece es Spud Murphy. A él no le van tan bien las cosas, pues mendiga por Edimburgo, acompañado de su perrito Toto, y le veremos envuelto en un sórdido asunto de tráfico de órganos y sus muy singulares características. Pero como ya nos ocurría en entregas anteriores, hay algo de este personaje que toca la fibra de forma muy especial.

Y para que nada falte, habrá algunos muertos, chantajes, acosadores sexuales y situaciones muy extremas, dignas de esta impactante serie.

La galería de personajes, más allá de los cuatro protagonistas, es muy extensa, pues aparecen las familias de los protagonistas, antiguas amantes, delincuentes terribles, y nos volvemos a encontrar con personajes ya clásicos, como el taxista Terry Lawson.

Como es ya clásico en esta serie de novelas, el autor imprime un ritmo acelerado que no da tregua, en consonancia con la forma de vivir y afrontar la existencia de los protagonistas.

Intercalado en la vibrante narración nos encontramos con una serie de pensamientos y reflexiones sobre el paso de la vida y las formas de afrontar la existencia, muy en la línea de estos personajes, que no dejan de ser unos psicópatas excesivos y con una conciencia bastante laxa, siendo muy generosos. Y así por ejemplo, sobre el paso del tiempo se afirma ….

“al final te pasas la vida ahogado en mierdas, así que empiezan a importarte un carajo los rollos de los demás -si no, te arrastran a su lodazal-, así que te tiras a la bartola y te quedas viendo Factor X…, siempre con ironía, por supuesto, con arrogancia y espíritu crítico…, pero a veces, solo a veces, no consiguen bloquear del todo ese extraño y abrumador silencio, y ahí está, un pequeño siseo de fondo, el ruido que hace tu fuerza vital al ser absorbida…

… escuchaaaaa…

… es el ruido que haces al morirte…, eres prisionero de tus propios algoritmos, que no hacen más que reafirmar tus convicciones para que te atrincheres cada vez más en ellas; permites que Google, Facebook, Twitter y Amazon te aten con sus cadenas psíquicas y te ceben de una versión mierdera y unidimensional de ti mismo, que recibes con los brazos abiertos porque es la única realidad que se te ofrece…, estos son tus amigos…, estos son tus socios…, estos son tus enemigos…, esta es tu vida…, necesitas caos, una fuerza externa que sacuda tu autocomplacencia…, lo necesitas porque ya no cuentas con la voluntad ni con la fuerza ni con la imaginación para hacerlo tú mismo…”

Y antes que caer en la melancolía y la complacencia, tienen claro que ….

“Perder la esperanza, la visión y la pasión por un mundo mejor y ver cómo los sustituye una rabia huera es señal inequívoca de que te estás muriendo poco a poco. Pero al menos ha vivido: lo peor del mundo sería tener esas opiniones a una edad temprana, nacer con esa parte esencial de ti ya muerta.”

Renton, Franco y Sick boy, se han convertido en exprimidores de las diversas fórmulas de cómo ganar dinero a partir del exceso de los demás. Para ello no tienen ningún problema, pues en su época de yonkies no tenían ningún escrúpulo en robar, mentir o estafar a los demás con tal de conseguir dinero para lo único que les interesaba: alcohol y drogas para sentirse bien. Y ahora las cosas no han cambiado tanto ….

De ahí que tengan una visión un tanto darwinista del mundo y sus engranajes …

“Tenemos que seguir avanzando hasta que el tren descarrile. Después daremos carpetazo a la locura y la neurosis para construir un mundo mejor. Pero no podemos hacerlo hasta que este paradigma llegue a su fin natural. Así que, por ahora, tenemos que seguir en el sistema socioeconómico del liberalismo y avivar adicciones sin parar. No tenemos elección al respecto. Marx se equivocó con eso de que al capitalismo le sustituiría una democracia de trabajadores prósperos y bien formados. Lo está sustituyendo una república de salidos depauperados y adictos a la tecnología.”

Pero esta carrera tiene sus perdedores, y advierten ….

“Hacer lo correcto es ahora para los perdedores, los pardillos, las víctimas. Las cosas han cambiado, ahora el mundo es así.”

Y entre historias y situaciones impactantes, reflexiones cargadas de cinismo y desolación, Irvine Welsh nos ofrece una narración llena de viveza, que al menos este que escribe esta reseña, no pudo dejar de leer hasta su última frase.

José María Sánchez Pardo

Y como telón musical, les dejamos bailando con algunos de los personajes de esta novela con Peter Brown y su «Do You Wanna Get Funky With Me».

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