Los príncipes de Sambalpur, de Abir Mukherjee.

Los príncipes de Sambalpur, Abir Mukherjee. Salamandra.

Viernes 18 de junio de 1920. Una veintena de maharajás, nizams, nawabs y otros dignatarios indios de diversos reinos cercanos a Calcuta se agrupan alrededor del virrey de la India para hacerse la foto oficial de una nueva institución, la Cámara de los Príncipes, la última idea del Gobierno de Su Majestad para calmar el creciente clamor de los indios por su autonomía.

Poco después uno de los participantes es asesinado por quien parece ser un fanático religioso, mientras es acompañado por dos miembros de la Policía imperial, el inspector Sam Wyndham y el sargento Surrender-not. El finado es Su Alteza Serenísima el Príncipe Heredero Adhir Singh Sai de Sambalpur, el Yuvraj Adhir Singh Sai, primero en la línea de sucesión al trono del reino de Sambalpur.

Este magnicidio puede tambalear el ya débil equilibrio político del gobierno del raj británico, y significa un duro golpe en el propio reino de Sambalpur. Por lo tanto, las autoridades británicas y el maharajá de Sambalpur encomiendan el esclarecimiento de los hechos al inspector Wyndham y el sargento Surrender-not, lo que les obligará a desplazarse a Sambalpur.

Con este impactante arranque, Abir Mukherjee nos ofrece una gran novela en la que la intriga criminal se alternará con el thriller político, y el retrato social e histórico de unas gentes y unos lugares poco habituales en el noir.

La investigación criminal se ve sometida a las muy especiales características del finado y el lugar donde deben llevarse a cabo. Pese al encargo expreso tanto de la autoridad británica, como la del gobernante del país, nuestros esforzados investigadores no tienen autoridad expresa, lo que les obliga a tener que usar de múltiples triquiñuelas para poder acercarse a los hechos. La circunstancia de que la víctima sea el príncipe heredero de un pequeño, pero muy rico reino, no ayuda precisamente a estos dos extraños, que deberán sumergirse en un mundo muy complejo de relaciones de poder con complejas repercusiones económicas religiosas y políticas.

Pues Sambalpur es un pequeño reino—del tamaño de la isla de Wight—, situado en las tierras salvajes de Orissa, al suroeste de Bengala, pero que contiene uno de los mayores campos diamantíferos de la India, lo que convierte a su maharajá, en el quinto hombre más rico de la India, sabiendo que quien es el hombre más rico de la India es también uno de los más ricos del mundo.

La presencia de grandes joyas es importante a lo largo de la novela. Y, si no, fíjense en cómo son usadas como aderezo en los tocados de grandes dignatarios, lo que nos recuerda el estupor del pícaro Harry Flashman cuando ve por primera vez el uso que se hace del famoso Koh-i-noor, en la novela La montaña de luz, de George Macdonald Fraser.

Este contacto con lo que se da en llamar lujo asiático, se puede ejemplificar en la descripción del compartimento del tren en el que viajan los protagonistas de la novela…

«El compartimento olía a aceite de rosas. A un lado, una cama -de verdad, no una litera- estaba apoyada en la pared. A su lado, una silla amueblada con terciopelo púrpura y un escritorio rococó, con florituras estriadas que daban la impresión de haberse derretido ligeramente con el calor. Frente a la cama había un armario lacado en madera de nogal y una puerta que conducía a un retrete con lavabo de mármol y suficientes accesorios de oro como para que el Orient Express pareciera un transporte de ganado.»

La investigación se ve sometida a las diversas fuerzas e intereses que rodean este pequeño y riquísimo reino. Por un lado está la cuestión hereditaria, en la que se juega el tipo de relación que se pretende mantener con el gobierno del raj, el peso de la tradición cultural y religiosa, y hasta qué punto se está dispuesto a alinearse con los nuevos modos sociales y políticos de la época.

La situación social y la fórmula de gobierno también pesará en una sociedad, donde el pequeño grupo del poder vive en un lujo desatado—por ejemplo, el maharajá mantiene a todo lujo una zenana (algo parecido a un harén), que le ha dado una descendencia de doscientos cincuenta y ocho hijos, sin incluir a sus tres herederos—.

Sobre las relaciones entre los gobernantes y su pueblo se afirma …

“El valor del Maharajá y su familia para el pueblo de Sambalpúr. Shreya señalaba su extravagancia: las concubinas, las joyas, el puro despilfarro, mientras que sus súbditos, los campesinos y los aldeanos subsistían con casi nada, cada día un equilibrio entre la vida y la muerte.

Pero no ha visto el bien que ha hecho la familia. Los proyectos de riego, la electricidad, las escuelas… Parece sorprendido, capitán. Puedo decirle que la familia real tiene una relación compleja y arraigada con sus súbditos. Pueden ser mimados, pero también tienen obligaciones con su pueblo; obligaciones que se toman muy en serio.”

Estas tensiones sociopolíticas en la India colonial británica aparecen en muchos momentos, en los que se nos relata la muy peculiar estructura de poder de la India, con el peso de la Compañía de las Indias Orientales, y su Doctrina de la Caducidad, con la que interfiere en el nombramiento de gobernantes nativos. También se señala la fragilidad institucional del propio gobierno del raj, encarnado en el virrey, lord Chelmsford…

“El Virrey podía ser el hombre más poderoso de la India, señor de cientos de millones de personas, pero en el gran esquema de las cosas, era sólo un funcionario que recibía órdenes de Whitehall. Lo único que le interesaba era mantenerse limpio y cumplir su mandato como Gobernador General sin que el Raj se derrumbara a su alrededor. Con un poco de suerte, le relevarían en unos años y le destinarían a un puesto donde los nativos fueran menos problemáticos. Eso era lo que ocurría con los virreyes, podían asumir el manto de semidioses, pero en realidad, desde la época de Lord Curzon, lo único que les importaba era mantener los platos girando hasta que pudieran seguir adelante. Nadie quiere ser recordado como el hombre que estaba al mando cuando la música se detuvo, el hombre que perdió la India.”

De igual forma se nos habla de los movimientos que pretenden la expulsión de los británicos de la India, sobre todo la acción del llamado Partido del Congreso liderado por un tal Gandhi. Pero incluso entre estos movimientos hay duras fricciones, pues en muchos casos no cuestionan las fórmulas de gobierno feudales, lo que llevará a afirmar a una activista revolucionaria:

“No soy una congresista’, dijo ella con vehemencia. El Partido del Congreso tiene una política de no interferencia en el gobierno de los estados principescos.

Por lo menos allí tienen la apariencia del debido proceso. Es irónico que seamos más oprimidos por los nuestros que por ustedes”.

Más allá de cuestiones políticas también se habla de las complejas relaciones en el ámbito personal entre británicos e indios, donde el racismo tiene gran fuerza. Así se nos describe la repulsa que sufren los angloindios, tanto de los británicos como de los indios, de la preeminencia de los blancos por el color de su piel—recordemos lo señalado en la anterior entrega de esta serie, El hombre de Calcuta, con un cartel en la puerta de un club británico, que prohíbe la entrada a perros e indios— ….

Este fenómeno se complica aún más, cuando entramos en las relaciones personales—así, veremos la repulsa de los indios ante la posibilidad de que un príncipe se despose con una blanca—, o los prejuicios del inspector Wyndham ante este mismo hecho ….

“Y aunque podía descartar la mayoría de esas tonterías, parecía que el amor entre un indio y una inglesa era algo que no podía aceptar del todo.

Y entonces me di cuenta. Me di cuenta de que lo que me parecía verdaderamente desagradable no era que un indio se sintiera atraído por una mujer blanca -eso, aunque indeseable, era al menos comprensible-, sino la idea de que ella pudiera corresponder a su amor. Descubrí que no era algo en lo que quisiera insistir, aunque no sabría decir si era por aversión a los sentimientos de la señorita Pemberley o a los míos propios.”

Mientras se desarrolla la investigación se nos ofrece un buen número de postales físicas y sociales de la India del momento, que van desde la descripción detallada de una cacería de tigres, al conocimiento de que la ciencia de las huellas digitales fue inventada por un hindú y un musulmán, ambos indios, aunque la gloria se la llevó su superior británico.

La galería de personajes es muy extensa, tanto históricos como de ficción, recorriendo tanto el lado indio en todas sus categorías sociales, como en el británico. Les recomiendo no pierdan de vista la presencia de mujeres que resultarán muy importantes en el desarrollo y resolución de esta intriga. Entre ellas destaca la presencia de la Señorita Annie Grant, con la que el inspector Wyndham inició una tormentosa relación en la primera entrega de esta serie, pues por su condición de mujer y angloindia podrá entrar en lugares vedados a un hombre blanco.

Los príncipes de Sambalpur es la segunda entrega (de una serie con cinco novelas hasta el momento) en la que sus dos protagonistas, el inspector Wyndham y el sargento Surrender-not, resultan dos investigadores formidables, pese a todos los problemas sociales y personales que les persiguen. La combinación de estos dos hombres, con orígenes sociales y actitudes tan distintas, se ve reflejada en el hecho de que compartan alojamiento…

“Algunos lo consideraron un mal espectáculo: un sahib compartiendo alojamiento con un nativo. Otros lo atribuyen a la excentricidad. En cualquier caso, no era algo que me molestara. Surrender-not veía el mundo con un optimismo que yo había perdido, y con una sensibilidad oriental que desafiaba mis nociones inglesas a menudo preconcebidas. Su presencia me resultaba refrescante, y a los que no les gustaba podían irse francamente al infierno.”

Así, el sargento indio ha sido repudiado por su aristocrática familia india cercana al nacionalismo, por trabajar para la odiada Policía imperial, y tener un carácter un tanto tímido …

“Surrender-not tenía esa mirada, la que siempre tenía cuando le presentaban a una mujer hermosa, o a cualquier mujer en realidad, una mezcla entre un cachorro recién nacido y un niño asustado. Había algo en las mujeres que lo dejaba mudo como un pez.”

Por su parte, Wyndham es un hombre muy vapuleado por la vida, meramente útil para sus superiores, y que arrastra una adicción al opio que le llevará a grandes problemas profesionales y personales. Pero es alguien que busca desesperadamente la verdad y la justicia, lo que le enfrentará a sus superiores …

“Porque para mí representaban la verdad no contada y, por extensión, la justicia negada.

Me gustaba la justicia. Siempre lo había sido, pero más en estos días después de la guerra. Una cosa que me había enseñado era que había muy poca justicia en este mundo, y que cualquier cosa que pudiera hacer para promover sus fines era probablemente algo bueno.

Pues la búsqueda de la justicia y la verdad será uno de los grandes temas de esta novela, en la que se nos mostrarán diversos modos de relación entre ambos conceptos, lo que llevará a situaciones de gran tensión, y modelos de solución dispares, que no son fácilmente asumibles por los diversos personajes de la historia. Pues en todo momento late un cierto nivel de incomprensión mutua entre lo británico y lo indio, que puede ejemplificarse metafóricamente en la imposibilidad de pronunciar adecuadamente algunos nombres indios por parte de los británicos, al no disponer fónicamente de algunas consonantes.

Con todo lo dicho les proponemos la lectura de esta gran novela, que nos propone una intriga criminal que nos mantiene expectantes hasta su sorpresivo final, un gran thriller político que nos plantea un mundo complejo y lleno de matices, y un gran fresco social e histórico de una sociedad en un momento decisivo de su historia. Además escrito por un indio, lo que le da un punto de vista poco habitual, y que resulta muy enriquecedor, pues hasta ahora teníamos sólo la versión británica de aquellos hechos. Además es de agradecer una novela noir con escenario histórico, un subgénero en el que se han escrito novelas y series magníficas, pero del que últimamente ha disminuido su presencia en las mesas de novedades.

José María Sánchez Pardo

Para ilustrar el ambiente de este escenario histórico, les proponemos un número musical de la gran factoría de Bollywood, que aparece en la película RRR, ambientada en esa época.

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