Personas decentes, de Leonardo Padura.

Personas decentes, Leonardo Padura. Tusquets.

Mejor que establecer disquisiciones por mi parte sobre el objetivo y características de esta novela, resulta más esclarecedor escuchar lo que el autor piensa de la misma …

Personas decentes es, quizás, la más policial de las tramas que he escrito. Después de varias novelas cada vez más falsamente policiales, sentí la necesidad de practicar a fondo el género y escribir una historia con varios muertos y muchos crímenes, físicos, históricos y espirituales.

Y a fe que Padura logra lo que se propuso, pues nos ofrece una poderosa narración criminal, en la que se investigarán crímenes del presente y alguno del pasado, pero también se describirá lo que podríamos llamar diversos asesinatos del espíritu, cuya relación sobrecoge tanto o más, que el de los muertos físicos.

La trama principal de la novela se sitúa en 2016, cuando va a tener lugar la visita a La Habana del presidente de los EE.UU., acompañado de una retahíla de personajes de lo más variado …

“Obama, los Rolling, Chanel, los de Rápido y furioso.

            Una pila de yumas con pasta y con ganas de gastarla… Hasta Rihanna y las Kardashian andan por aquí…”

Como es lógico, la seguridad cubana ha de echar mano de todos sus efectivos para poder cubrir tanto festejo y tanto famoso, por lo que el asesinato de Reynaldo Quevedo, un antiguo jerarca cubano dedicado a la represión de los artistas en pos de la pureza ideológica, pilla a la policía sin personal, por lo que el expolicía Mario Conde, es reclutado interinamente por el teniente coronel Manuel Palacios—antiguo colaborador suyo—para que encuentre al culpable del bárbaro asesinato.

Como una trama aparte, y entreverada en la narración, el autor nos traslada a la Habana de 1910, relatándonos la historia de Alberto Yarini y Ponce de León, un hombre singular: político proxeneta y todo un dandy de la mejor sociedad cubana de la época. Su historia nos es narrada por su contemporáneo, el inspector de policía, Arturo Saborit. Este, a partir de la investigación del asesinato de unas prostitutas, nos irá mostrando la historia de un personaje fascinante y también enigmático de la época.

En Personas decentes, Mario Conde, ya con 62 años y su negocio de compraventa de libros muy en horas bajas, se encuentra en una situación muy apurada, lo que le ha obligado a coger el trabajo que le ofreció Yoyi, un antiguo socio, para controlar los tráficos no deseados en el bar-restaurante «La dulce vida», lugar de encuentro de turistas y nacionales ricos.

Cuando Conde es obligado a dirigir la investigación del asesinato de Quevedo, le asaltarán múltiples sentimientos, que van desde su desagrado de trabajar para la policía de un régimen que le ha defraudado y del que se siente estafado, a tener que bucear en la vida de un personaje malvado del que tiene las peores referencias.

Pero Conde se dejará llevar por su curiosidad e instinto policial, y nos introducirá en la historia de un  canalla y nos relatará una de las páginas más siniestras de la historia de la revolución cubana.

Así el finado es retratado como ….

“había sido en los oscuros años de la década de 1970 la encarnación del Maligno para los medios artísticos del país. Pertenecía al sector de los intransigentes políticos y a la horda de los enfermos de ese odio voraz que engendran la envidia y los fundamentalismos y cuyos efectos se multiplican desde el pedestal del poder. Estalinista confeso, de personalidad oscura y agazapada, había sido escogido por su vocación de inquisidor y tal vez por su maldad genéticamente codificada como la cabeza rectora del proceso de persecución, hostigamiento y marginación que sufrieron demasiados escritores y artistas cubanos durante los años en que ejerció su compacto reinado.”

El retrato de la vida del finado le permite al autor documentar uno de los episodios más siniestros en la historia del régimen cubano, como fue la brutal represión de todos aquellos artistas que se consideró no estaban en la pureza ideológica, y no llevaban a cabo un arte proletario.

El retrato de la ferocidad de estos inquisidores—en los que también se dio el abuso y la rapacidad económica—y el sistemático castigo que se infligió a cualquier artista que se considerara disidente, tuvo terribles consecuencias de indignidad, para los que se convirtieron en chivatos de esta policía cultural, o bien llevó al suicidio y la muerte a otros que no se plegaron al control político de su obra.

Otra consecuencia de este estado de terror fue el miedo que atravesó a los que participaron en tan infausta situación. Pues no es sólo que no les permitieran llevar a delante su obra, sino que podían verse abocados a situaciones laborales y personales abyectas. Sobre este estado de inquietud e incertidumbre el protagonista afirma …

“No, no era justo que alguien tuviera más miedos de los inevitables: al dolor, a la soledad, a la muerte, esas angustias inherentes a la existencia. A los leones o a las ranas. Los otros miedos le parecían una aberración social, una forma de degradación humana.”

Conde se preguntará reiteradamente si esas víctimas de tan malvado personaje habrán vuelto de sus escondites, y más cuando el régimen intenta hacer borrón y cuenta nueva de lo que ha ocurrido durante tantos años.

Mientras Conde se esfuerza en dar luz a un asesinato misterioso, y con una enorme lista de sospechosos, el autor nos ofrece de forma intercalada las vicisitudes de la investigación de unas prostitutas en La Habana de los primeros años del siglo XX. Esta investigación es llevada a cabo por el inspector Arturo Saborit, y durante las mismas se encuentra con la figura (real) de Alberto Yarini y Ponce de León. Este hijo de la alta burguesía habanera, con estudios en los mejores colegios de la costa este norteamericana, cuando lo conocemos es uno de los más importantes empresarios de la prostitución habanera, y además está empezando a participar en la convulsa vida política cubana. La relación que establece el policía con el proxeneta, le permite esbozar lo que resulta una personalidad poliédrica, fascinante y misteriosa. En ella se conjuga el dandy, el gran seductor que fascina tanto a ricos como a pobres, el empresario astuto, y el político populista que sabe llegar a los miembros de muy diversas capas sociales y étnicas.

Pero siempre hay algo inasible en su descripción, y esa será la tarea que se impone su narrador, en el que intentará desvelar el enigma de este hombre—y su personaje—e intentará ofrecernos una explicación a su inmolación en su dramático final. De alguna manera nos recuerda la figura del romano Catilina, ese patricio populista que revolvió la conservadora Roma de su época, y de quien hablamos en nuestra entrada de Gordiano, un sabueso en la Roma republicana.

Mientras se nos relatan las cuitas de este singular proxeneta y político, Padura nos ofrece un retrato de La Habana de principios del siglo XX, un país recién independizado de España en 1898, que intenta buscar un camino propio, fuera del asfixiante tutelaje que los EE.UU. imponen a la joven república, incluyendo su presencia militar. Les recomendamos lo relatado sobre la situación de los negros cubanos, que ven cómo la independencia del país no parece traer aparejada una mejora de las condiciones de vida para una importante masa de población que vive en la miseria.

Todo esto nos es relatado por Mario Conde—no debemos confundir a este expolicía cubano con el exbanquero español condenado por importantes delitos financieros—, un hombre desengañado de un régimen que tanto apeló a la idealización, que no tuvo reparo en convertirse en pos de sus ideales en un estado de vigilancia, paranoia, represión y censura sin resquicios, que obligó al protagonista y su generación a gastar sus mejores años en el fracasado ideal de vencer al imperialismo o salir del subdesarrollo.

El protagonista se lamenta de un régimen que, tras un discurso lleno de promesas, ha convertido Cuba en una sociedad muy pobre, arrasada por la corrupción, y que no tiene el menor problema de que la prostitución se haya convertido en una de las más importantes industrias del país. Y que ante la posibilidad de que se abran a mayores niveles de libertad y de mercado, prefieren el monopolio del poder…

“el dinero es bueno, pero el control es mejor. Y el dinero puede faltar, muchas veces ha faltado, pero el control no.”

En una sociedad donde el cinismo, la violencia y la supremacía moral campan por sus respetos, Mario Conde se atrinchera en el amor, la amistad y la búsqueda de una cierta decencia. Pero el amor y la mistad se ven apartados por la necesidad agobiante de muchos de sus seres queridos de abandonar Cuba para poder subsistir. El desgarro que sufre Conde ante el abandono de sus seres queridos es un tema que recorre la novela, y ya nos fue desarrollado detalladamente en otra novela del autor, Como polvo en el viento.

Y la decencia Conde la buscará en sus investigaciones criminales, en las que intentará resolver entuertos, al dar caza a criminales, pero también al dedicarse a rescatar la dignidad de aquellos que fueron masacrados espiritual y materialmente por sus ideales o actividades que no fueron consideradas dignas en un estado totalitario.

Todo esto nos es relatado por Conde, un personaje que hemos conocido a lo largo de su serie de novelas como un hombre desolado, desesperanzado y poco o nada ilusionado con el futuro. Y en medio de este lúgubre sentir, nos va a sorprender con un momento de epifanía—entendida como revelación festejada—centrado en un par de momentos, que pueden expresarse como …

“Ese fue el instante preciso, la noche del día (the day’s night) en que, sin colegir aún las proporciones de lo que le estaba ocurriendo, pero sabiendo que algo grande le estaba ocurriendo, Mario Conde cruzó una frontera desde la cual no había modo de regresar, nunca jamás: el lado maravilloso del espejo hacia donde lo había transportado Motivito con su placa premiada con varias canciones de A Hard Day’s Night, allá por 1964, Año de la Economía. El territorio sagrado de los iniciados. La tierra que había sido prohibida por los decretos de los iluminados, empeñados en la forja de conciencias superiores, esos demiurgos, o sus sucesores de turno.”

Y aunque Conde no renuncia a su amor por los Beatles, sus amigos lo lograrán en un concierto de los Rolling Stones, de quienes afirma que son …

“cuatro septuagenarios flacos y mal peinados, empecinados en interpretar unos papeles de adolescentes malos cuando, durante medio siglo, no habían hecho otra cosa que entregar algo de lo mejor que pueden crear los hombres. Un poco de belleza.”

Y lo demás—que es mucho—, léanlo ustedes. Les recomiendo mucho, mucho, esta novela que tiene de todo: una apasionante intriga criminal, un fantástico documental histórico y personal de la Cuba de principios del XX, y una crónica personal y sentida de una sociedad que desesperadamente intenta vivir con más alegría y decencia.

Tampoco falta la denuncia contra los inquisidores de la libertad intelectual y de creación, en un momento en que la inquisición supremacista, el rastreamiento de impuros ideológicos o la actividad canceladora parecen estar muy en auge. Y todo esto con el estilo envolvente, desgarrado y dolorosamente lúcido de un autor que nos ha regalado espléndidas páginas de gran literatura de género.

José María Sánchez Pardo.

P.D. Como no podía ser menos –y pese a la querencia por los Beatles del Conde—, les convoco a cantar con el Flaco y el resto de la pandilla del Conde, este enorme tema de sus satánicas majestades …¡los Rolling Stones! … en su concierto cubano.

Libros y cómics están disponibles en la librería Estudio en Escarlata.

4 comentarios en “Personas decentes, de Leonardo Padura.

  1. Tengo la dicha de ser de esa generación de Conde( 6 añitos más), haber estado en La Habana y asistir al concierto de Los Rollings Stones, de haber leído Personas Decentes, y
    coincido plenamente con todo lo que dice en este artículo.
    La novela es UNA DELICIA!!!, por la historia, por la incógnita de los asesinatos, por reflejar el sentir de esta decepción al ver e lo que creímos que iba a ser no fue y todo volvió a ser igual o peor!! !
    Altamente recomendable Personas Decentes y gracias a Leonardo Padura por esta entrega!!!!

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  2. Es un libro extraordinario! Una critica al regimen de los años 70-80. Si bien la relacion de Padura con el regimen es ambigua. No lo veo muy creyente de la idea del Hombre Nuevo, a pesar que esto pueda ser una idealizacion que ocurra en 10000 años o nunca.

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