La mujer desconocida (Phantom Lady), de Cornell Woolrich y Robert Siodmak. Novela y película.

Hace unos meses hablaba de las estupendas malvadas que el género negro nos ha regalado, https://totalnoir.wordpress.com/2020/07/07/cuando-son-malas-son-mucho-mejor/ . Ahora lo voy a hacer de una de sus mejores “buenas”, o por lo menos de mi preferida: Ella Raines, que no fue una gran actriz pero que, bien dirigida por Robert Siodmak, estuvo magnífica en Phantom Lady (1943) -mal titulada en España como La mujer desconocida-, una de las películas con más encanto del cine negro clásico.

La película se concibió como uno de esos anodinos productos de “serie B” que servían para rellenar las voraces sesiones dobles de los incontables cines norteamericanos de la época. Películas que, para abaratar costes, debían de ser rodadas en muy pocos días por directores y actores de segunda fila.

Pero en el caso de Phantom Lady pasó lo que alguna rara vez sucedía, que un subproducto de “serie B” se convirtió en un clásico gracias, fundamentalmente, a la intervención de un director capaz de hacer grandes cosas con pocos medios -lo mismo que hizo John Huston en El halcón maltés (1941), Edgar G. Ulmer en Detour (1945), Jacques Tourneur en Retorno al pasado (1947), etc.-.

Cornell Woolrich

En el caso de Phantom Lady, los astros que se conjuraron para convertir una película rutinaria en una gran obra fueron un director excepcional -Robert Siodmak-, un excelente guionista -Bernard C. Schoenfeld- un gran escritor -Cornell Woolrich- y un grupo de actores secundarios que, en mayor o menor medida, supieron estar a la altura de lo que el director les pedía.

Sobre el autor de la novela en que se basó la película, Cornell Hopley-Woolrich (1903-1968) -que escribió con los nombres de Cornell Woolrich, William Irish y George Hopley-, basta con decir que algunos le consideran junto con Hammett y Chandler uno de los tres mejores escritores norteamericanos del género.

Eso puede ser discutible, por ejemplo, el cáustico Julian Symons lo despacha en su “Historia del relato policial. Bruguera.1982” diciendo que “Supo concebir temas que deslumbran por su ingenio leídos a la media luz de la tarde, pero que, al llegar la mañana, encontramos artificiosos”. Aunque no le queda más remedio que reconocer que “Phantom Lady, 1942, una de las obras de Irish, revela su talento para la trama y el melodrama…”.

Robert Siodmak, Joan Harrison, Ella Raines y Franchot Tone

Lo que es indiscutible es que Woolrich es uno de los autores más adaptado al cine y varias de sus obras -ya sea de su ingente producción de relatos cortos o de su corto número de novelas- han dado lugar a grandes películas: El hombre leopardo (1943), de Jacques Tourneur; Mil ojos tiene la noche (1948), de John Farrow; Mentira latente (1950), de Mitchell Leisen; La ventana indiscreta (1954), de Alfred Hitchcock; La novia vestía de negro (1967) y La Sirena del Mississippi (969), de Francois Truffaut, son unas pocas de ellas -a las que habría que unir también numerosas adaptaciones a la televisión firmadas por directores como Alfred Hitchcock, Robert Stevens, Sydney Pollack, Claude Chabrol…-.

Woolrich destacó por su capacidad para unir lo real y lo fantástico, en un momento -fundamentalmente los años cuarenta, en los que desarrolló lo mejor de su obra- en el que el género negro -tanto literario como cinematográfico- abrazaba con entusiasmo el psicoanálisis y lo onírico, gracias en gran medida a la influencia que los psicoanalistas alemanes y austriacos, huidos del nazismo, tuvieron en esos años en Estados Unidos.

Por ello, la literatura de Woolrich está tan lejos del hard boiled como del whodonit. Por mucho que parta siempre de situaciones de misterio clásico, la obra de Woolrich se tiñe pronto de elementos fantásticos propiciados por personajes complejos y muchas veces sumidos en el miedo o las adicciones; un poco como le pasó al mismo autor en su vida, tan solitaria como desdichada.

Ella Raines y Alan Curtis, la buena y la víctima

Quizás el mejor resumen de la obra de Woolrich es el que hace Noël Simsolo en su libro “El cine negro. Alianza Editorial. 2009”: “Marcado por el romanticismo alemán (amor, locura y muerte) y la orgía poética de Edgar Allan Poe, crea un universo en el que lo fantástico desemboca en lo racional, para inquietar más eficazmente a su lector”.

Y ese encaje poético de lo fantástico y lo turbiamente real que caracteriza la mejor literatura de Woolrich está presente en su novela de 1942, Phantom Lady. Y caracteriza también la adaptación cinematográfica de la novela, en la que Siodmak supo mantener toda la poesía fantástica del autor, gracias, fundamentalmente, a que logró conjugar excepcionalmente el expresionismo alemán en el que se había formado y el realismo poético francés que había conocido al huir del nazismo.

Porque el alemán Robert Siodmak se había iniciado en el cine como guionista para la UFA -la gran industria cinematográfica alemana entre 1917/1945- y como director, a partir de 1929, de siete películas en algunas de las cuales ya aparecen características que luego tendrá el cine negro norteamericano clásico -gracias en gran medida a directores centroeuropeos, como Siodmak, que recalaron en Hollywood: Lang, Wilder, Preminger, Ulmer…-, especialmente la iluminación tenebrista tan propia del expresionismo alemán. En 1933, la subida de los nazis al poder -que prohibieron su película El Secreto que quema– le hizo trasladarse a París, donde rodó otras siete películas antes de marchar a Hollywood a finales de los años treinta, donde inicialmente estuvo relegado a películas de “serie B”.

Fay Helm, como La mujer fantasma, y Alan Curtis, como Scott Henderson

En Phantom Lady hay dos partes bien diferenciadas. La primera descansa en un misterio con tintes de pesadilla para la víctima: un hombre acusado del asesinato de su mujer, tiene como coartada a una mujer a la que todos los que debieron ver niegan haber visto. Pero, hacia la mitad de la película, se evidencia que ese misterio obedece a una maquinación y entonces Siodmak da una vuelta de tuerca a la historia -que es junto con las escenas finales, el mayor cambio respecto a la novela, en la que se mantiene la sorpresa final- y presenta al asesino al espectador antes de que los otros personajes puedan saber quien es. Así de la irrealidad inicial de la coartada imposible de probar, el espectador pasa a la irrealidad de la locura de un asesino tan atractivo como peligroso.

Pero más atractivo todavía es el personaje femenino de la historia, tanto en la novela como en la película -aunque para mi gusto gana por mucho el de la película- muy bien interpretado por Ella Raines, la gran “chica buena” -contrapuesta a la clásica femme fatale– del género negro.

Porque la Raines bordó en varias películas el papel de mujer que ama-ayuda-consuela a hombres que son víctimas de femmes fatales. Donde mejor lo hizo fue en Phantom Lady, pero lo volvió a llevar a cabo en The suspect (1944), también de Robert Siodmak, amando a un Charles Laughton víctima de su arpía de cuidado, y en Impacto (1949), dirigida por Arthur Lubin, donde recomponía al pobre Brian Donlevy, destrozado por las malas artes de una estupenda malvada -lo mejor de la película- interpretada por Helen Walker.

Pero, como ya he dicho, la mejor interpretación de la Raines fue en Phantom Lady donde se convierte en uno de esos personajes, tan querido por Woolrich, que luchan bravamente por demostrar la inocencia de un falso culpable.

El personaje de la novela, Carol Richmann, está bien construido. Una mujer inteligente y serena que lucha denonadamente por salvar al hombre al que ama y que la ama:

“Ella le miró, y él la miró. Era bonita. Del más anglosajón de los tipos anglosajones. Ojos azules, cabello lacio color miel, pulcramente estirado. La raya era tan nítida como la de un hombre. Llevaba sobre los hombros una capa de pelo de camello. No llevaba sombrero; pero sí una cartera. Era joven, de esa edad en la que las mujeres aún creen en el amor y en los hombres. O tal vez fuese de un temperamento romántico. Podía advertirse por el modo como le miraba. Se hubiera dicho que el incienso ardía en sus ojos”.

Una buena descripción, en la que Woolrich destila crudo cinismo.

Ella Raines y Elisha Cook Jr. en los mejores papeles de las carreras de ambos

Pero el personaje de la película es mejor, porque tiene todo lo del de la novela y más. Por lo pronto el añadido de un sobrenombre, Dakota, que no figura en la novela y que, además de darnos su lugar de nacimiento, contribuye a eliminar esa supuesta debilidad femenina y a dar al personaje un poco del carácter fuerte y confiable de alguno de los héroes del wéstern (El Virginiano de Owen Wister o Nevada de Zane Grey), de los que se sabe que estarán dispuestos a arriesgar todo por el amigo en apuros.

En la novela Carol Richmann pelea, y lo hace muy bien, por su amado Scott Henderson, pero quien mueve los hilos de la lucha contrarreloj por salvar la vida de Henderson es el inspector Burgess, el mismo que le dice al condenado a muerte:

“Usted tiene una amiga que siente eso por usted. Lo sé. Pero es sólo una mujer. Tiene la llama, pero no la experiencia. Está haciendo todo lo que puede, pero no es bastante”.

Thomás Gómez, Ella Raines y Franchot Tone

En la película, en cambio, Carol Dakota Richmann cuenta con la alianza del inspector -un destacable Thomas Gómez, neoyorquino hijo de emigrantes españoles, que fue el primer hispano nominado al Óscar en 1947 por Ride the Pinck– pero se mueve por su propio impulso y nadie podría decir de su personaje “…es sólo una mujer”.

Siodmak supo sacar el máximo partido a dos episodios que ya tienen mucha fuerza en la novela pero que en la película se convierten en escenas memorables: el acoso psicológico que Dakota ejerce sobre un barman -y aquí la inexpresividad que a veces le reprochaban a la Raines favorece a su personaje- y la jazz-session en la que una Dakota espectacularmente disfrazada de fulana se somete a las lascivas atenciones de un repulsivo músico, interpretado por Elisha Cook Jr., en la que fue la mejor interpretación del actor en su larguísima carrera de brillante secundario especializado en sádicos villanos (cualquier amante del género le recordará como Wilmer, el asesino psicópata de El halcón maltés)

La jazz-session

Phantom Lady consolidó, junto con Perdición, de Wilder, La mujer del cuadro, de Lang, Laura de Otto Preminger e Historia de un detective, de Dmytryk -prácticamente coetáneas- el genéro negro norteamericano y, todavía hoy, sigue manteniendo intacto el encanto fantasmagórico de su trama y la intensa fuerza de su protagonista, una Ella Raines que está insuperable como “chica buena que salva a chico guapo en apuros”.

Y hay que señalar que mientras en la novela la chica buena es la amante del chico apurado, en la película -para contentar al temido Código Hays- se convierte en la casta secretaria enamorada de un jefe que no sabrá de esos sentimientos hasta que, ya viudo, sea lícito que los corresponda.

Siodmak, después del éxito de esta película, se hizo con un buen nombre en Hollywood que aprovechó para hacer un puñado de películas de género negro que le sitúan a la altura de los mejores: El sospechosohttps://totalnoir.wordpress.com/2020/11/03/el-falso-inspector-dew-de-peter-lovesey/ – y Pesadilla (1945), en las que también contó con Ella Raines; La escalera de caracol (1945); A través del espejo (1946); Forajidos (1946), un hito del género negro que proporcionó a Siodmak su única nominación al Óscar como mejor director; El abrazo de la muerte (1949) y El caso de Thelma Jordon (1950). Con El temible burlón (1952), una joya del cine de aventuras, se despidió de Estados Unidos y regresó a Europa -para evitar al Comité de Actividades Antinorteamericanas-, donde su carrera continuó desigualmente.

Ella Raines no cumplió las expectativas que prometía en sus primeras películas. En 1947 participó en su última película importante, Fuerza bruta, de Jules Dassin. Ese mismo año se casó con un héroe de las Fuerzas aéreas norteamericanas y se embarcó en una agotadora historia amorosa, de esas de “ni contigo ni sin ti”, que duró treinta años y que, seguramente, influyó en que relegase su carrera.

¡Pero qué gran “buena” fue, cuando fue buena!

Ficha técnica:

  • Título original: Phantom Lady
  • Año: 1944
  • Duración: 83 min.
  • País: Estados Unidos
  • Dirección: Robert Siodmak
  • Guion: Bernard C. Schoenfeld (Novela: Cornell Woolrich)
  • Música: Hans J. Salter, Frank Skinner
  • Fotografía: Elwood Bredell (B&W)
  • Reparto: Franchot Tone, Ella Raines, Alan Curtis, Aurora Miranda, Fay Helm, Elisha Cook Jr. Thomas Gómez, Regis Toomey, Joseph Crehan
  • Productora: Universal Pictures
  • Género: Cine negro. Misterio.


Yolanda de Pablos Valencia

3 comentarios en “La mujer desconocida (Phantom Lady), de Cornell Woolrich y Robert Siodmak. Novela y película.

  1. Me ha encantado este artículo. no suelo escribir correos pero soy un gran seguidor de la novela negra y del cine negro clásico y tengo que decir que este blog cumple todas las expectativas.
    Como me ha gustado mucho la selección de las películas adaptadas de Woolrich ( me parece muy acertada entre todas las que hay ) querría añadir una película más basada en una de sus obras; suele pasar inadvertida porque es argentina, pero es muy recomendable, se trata de » No abras nunca esa puerta «. Si no la habéis visto no os la perdáis si tenéis manera de visionarla. Es magnifica.
    Larga vida a Total Noir.

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    • Muchas gracias, José Manuel, tanto por tus amables palabras y deseos hacia el blog como por descubrirnos una película cuya existencia ignorabamos y que, por lo que tú nos dices y por lo que hemos podido leer después sobre ella, es una de esas joyas del género que tanto nos hacen disfrutar a los seguidores. Confiamos en seguir contando contigo como lector. Un abrazo

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