Asesinato en la estación terminal, de Kyotaro Nishimura.

Asesinato en la estación terminal, Kyotaro Nishimura. Quaterni.

Esta gran novela japonesa nos propone la investigación de una serie de asesinatos alrededor de un grupo de jóvenes nipones, que se reúnen a los siete años de haber finalizado sus estudios en el instituto de su ciudad natal de Aomori, en la región de Tōhoku. La acción de la novela se desarrolla entre la ciudad de Tokio—más específicamente, desde su estación ferroviaria de Ueno—, la ciudad de Aomori, y las diversas estaciones que forman la línea del ferrocarril que une estas dos ciudades.

La reunión de estos siete amigos tendrá un carácter dramático, pues se irán sucediendo una serie de asesinatos, muchos de ellos incomprensibles—y, en algún caso, presuntos suicidios—, que dejarán perplejos y desorientados a los diversos policías encargados de resolver los hechos.

Junto con esta trama principal, la novela ofrece una pequeña subtrama, en la que uno de los policías protagonistas es requerido por un antiguo amigo de la escuela para descubrir el paradero de una muchacha que ha desaparecido en extrañas circunstancias, que tangencialmente tendrá relación con la trama principal.

La narración nos muestra las diversas historias y personalidades de los siete amigos del colegio: Takashi Miyamoto, Kiyoyuki Kataoka, Takao Machida, Shirō Kawashima, Yoko Murakami, Mayumi Hashiguchi y Akira Yasuda. Siete historias bien distintas, que se encuentran tras siete años de distanciamiento, pues todos ellos han tenido desarrollos existenciales bien distintos. Veremos cómo el poder presentarse en sus logros y fracasos se convertirá en un elemento fundamental de la trama, pues la necesidad de éxito alterará la forma de presentación de buena parte de ellos, que en el fondo son casi unos extraños tras tantos años. El autor nos ofrece una variada panoplia de historias personales, que van desde pretendidos empresarios a empleadas de tienda, o burócratas del sector público y del privado. De esta forma, el autor nos muestra una visión amplia de diversos modus vivendi en un Japón—el de los primeros años setenta—, en una sociedad que ha dejado atrás los desastres de la guerra y que está lanzada a ser una gran potencia mundial. Un elemento muy interesante consiste en que, a pesar de haber recalado todos en la gran capital, el atractivo y los lazos con su ciudad de origen siguen siendo muy fuertes, tanto por dependencia económica, como por resultar un refugio ante la dureza y competitividad a las que los aboca la gran urbe.

La necesidad de preservar los aspectos menos brillantes de sus historias complicará un caso realmente difícil, pues la vergüenza será un aspecto que distraerá la acción policial, que hasta el último momento será incapaz de encontrar el motivo que sustenta esta serie de crueles asesinatos.

Un elemento muy importante de la novela será el mundo del ferrocarril, en lo referido a sus trenes, pero especialmente sus estaciones. Buena parte de la acción transcurre en varias estaciones ferroviarias, especialmente la estación de Ueno en Tokio, donde se iniciará y finalizará la narración. Las estaciones resultarán no sólo escenarios necesarios, sino que tienen un valor sentimental, pues es la puerta a otros lugares llenos de emoción para aquellos que utilizan el ferrocarril. Así veremos cómo esta gran estación de la capital tiene un clima de bullicio mezclado con una dulce nostalgia. Pues la estación de Ueno, en Tokio, resulta especial para los originarios de la región de Tōhoku, término de la línea. Así, por ejemplo, se afirma:

«Aquí huele a Tokio pero también a nuestra tierra, Tōhoku, y esto nos provoca un profundo sentimiento de añoranza. Nadie de allí vendría a esta estación a menos que pensase viajar.»

Asesinato en la estación terminal.

incluso se llega a afirmar que esta estación tiene un alma especial:

«En la estación de Tokio se sentía un aire de esplendor moderno y frío; en cambio, ahí se sentía totalmente lo opuesto: rústico y anticuado, pero al mismo tiempo, podía percibirse algo más humano que atraía a la gente. Si a Totsugawa, que nació y creció en Tokio, le daba esa impresión, Kamei sentiría eso y aún más.»

Asesinato en la estación terminal.

No es extraña la presencia del mundo ferroviario en las novelas japonesas, pues esta es una sociedad que hace uso masivo de este tipo de transporte desde hace muchos años. En esta línea no podemos olvidar El expreso de Tokio, de Matsumoto Seicho, novela, que como es el caso de Asesinato en la estación terminal, echará mano del tema de los horarios, diversos trenes y sus escenarios, tanto dentro de los trenes como en las estaciones, para situar la acción de estas novelas.

Adelanto que las sensaciones atribuidas a estos lugares serán escenarios para la añoranza saludable, pero también serán la puerta para reencontrarse con las partes más oscuras y siniestras de las vidas de los protagonistas. No siempre los recuerdos son satisfactorios.

Como ya he señalado el tema de la añoranza de la región de origen, y la sensación de identidad que da el provenir de un lugar con cierta personalidad, serán temas recurrentes y decisivos en esta novela.

Por un lado, se hablará mucho del desarraigo de aquellos que se lanzan a la gran capital para poder desarrollar sus vidas, pero que, bien por las circunstancias personales, o bien por la dificultad de integrarse en una sociedad con códigos distintos, quedan en una tierra de nadie, que, por ejemplo, lleva a afirmar a uno de los protagonistas:

«Llevo más de veinte años viviendo en Tokio; sin embargo, cada vez que vengo aquí, me pongo melancólico.»

Asesinato en la estación terminal.

Es muy curioso comprobar que algunos personajes nacidos en Tokio se preguntan ante esta añoranza, cómo será ese sentimiento de extrañar tu tierra natal, pues un capitalino tiene otros referentes de identidad. Pero, desde el otro lado, los que provienen de provincias se preguntan cómo puede vivir una persona sin raíces.

Siguiendo con el tema de la identidad regional, es curioso lo que se ensalza de vivir en comunidades pequeñas y los estereotipos que tienen los capitalinos de los originarios de las provincias pequeñas. Así, sobre el carácter de ciertos habitantes de Japón se dice:

«En todo Japón se cree que los originarios de Tōhoku, o bien, de Aomori, son sombríos, lerdos y que resisten a los golpes de la vida, pero en realidad, la mayoría es muy alegre y bonachona.»

Asesinato en la estación terminal.

Y sobre la pretendida bonhomie de la vida provinciana frente al despiadado e impersonal estilo de vida de las grandes urbes:

«Tal vez, en una ciudad grande como Tokio, el rencor de una persona se expande y se diluye muy rápido, pero en Tōhoku es al revés. El rencor y el odio se van haciendo cada vez más densos.»

Asesinato en la estación terminal.

Para ratificar este argumento, les recomiendo lo que Conan Doyle hace afirmar a su personaje Sherlock Holmes en “El misterio de Copper Beeches”, de su primer libro de relatos Las aventuras de Sherlock Holmes, donde cuestiona los planteamientos adanistas de Watson sobre la bondad del mundo rural.

La novela nos presenta gran número de personajes sin proponernos un gran protagonista. Al igual que el gran número de víctimas y sospechosos, el plantel de policías que intervienen es extenso, pues al desarrollarse los hechos en diversas ciudades, intervienen buen número de policías, cada uno de ellos con idiosincrasias bien diferenciadas, lo que le da gran riqueza a la narración. Así conoceremos a los inspectores Kamei, el policía más protagonista, y al inspector Totsugawa, que actúan desde Tokio, siendo el primero originario de la región de Tōhoku, y el segundo capitalino. Junto a estos tiene un papel fundamental Miura, un policía de la prefectura de Aomori.

En Asesinato en la estación terminal asistimos a la desesperada búsqueda de un asesino, que va dejando un rastro de sangre y muerte, sin ninguna explicación, lo que desorienta a los policías que intervienen en la resolución de unos casos bien dispares, pues tendremos desde acuchillamientos, envenenamientos y ahogamientos, con la sensación continua de tener muy cerca al asesino, pero sin poder dar razón de sus criminales actos. Y, para que nada falte, tendremos hasta un misterio de cuarto cerrado original y bien enrevesado.

La resolución vendrá cuando por fin se encuentre un móvil, aunque será tarde para las víctimas. Siendo una gran novela whodunit, tendrán mucho peso las circunstancias personales y emocionales de los diversos personajes, no faltando momentos de acción y de trabajo de investigación detallado y minucioso.

Asesinato en la estación terminal está enraizada en la gran tradición de la novela japonesa noir, que desde hace muchos años ha llenado los estantes de las librerías. Así, podemos citar al gran Okamoto Kidô, que a principios del siglo XX nos maravilló con su personaje Hanshichi, un remedo japonés de Sherlock Holmes, eso sí en una versión más introspectiva y abierta a fenómenos sobrenaturales—muy habituales en la literatura japonesa—. En la primera mitad del XX hay que citar las folletinescas historias de Edogawa Rampo y, sobre todo, a Seishi Yokomizo, que con su personaje, el investigador Kosuke Kindaichi, nos llevará por el Japón que tras la II Guerra Mundial lame sus heridas mirando por un lado al futuro, pero muy enraizada en su cultura milenaria.

Ya en tiempos más recientes tenemos una joya como es El rostro de Heizo, de Osaka Go, una serie de relatos basados en un personaje real del siglo XVIII japonés, que logra combinar violencia, intriga y lirismo en una combinación poco habitual. De igual forma podemos citar a la famosa y superventas Miyuki Miyabe, una autora que es capaz de entreverar sus historias noir con elementos de la más ardiente actualidad con elementos fantásticos modernos. Y finalmente no podemos olvidar a Jiro Akagawa, con sus historias con un punto naif, con un detective apoyado por una listísima gata—que, cómo no, se llama Holmes—o, en un registro bien distinto, de gran dureza y sordidez, El ladrón, de Fuminori Nakamura, una novela digna de la novela occidental más negra.

Hay que reconocer la ingente labor que ha llevado adelante la editorial Quaterni en estos últimos años, que ha publicado todos estos libros y autores, mostrándonos la cantidad, calidad y variedad de una literatura noir que nos era prácticamente desconocida, y con traducciones directas del japonés, lo que es una rara costumbre en el mundo editorial español, que suele acceder a la literatura japonesa a través de sus versiones francesas o inglesas.

Con todo esto, les propongo la lectura de Asesinato en la estación terminal, novela que combina un apasionante thriller de intriga, una profunda reflexión sobre la naturaleza de los seres humanos y que, de paso, nos permite asomarnos a las claves de una sociedad, no siempre bien comprendida y sobre la que tenemos grandes estereotipos, que si bien nos muestra sus peculiaridades, también nos enseña cómo la envidia, la vergüenza o el rencor pueden anidar en la misma, lo cual no les hace tan distintos a nosotros mismos.

José María Sánchez Pardo.

Como acompañamiento musical a una novela que trata tanto de la añoranza de la tierra natal, nadie cantó este sentimiento como el panameño Rubén Blades, en «Todos vuelven».

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