Solo que Marla no volverá, de Béla Braun.

Solo que Marla no volverá, Béla Braun. Drácena.

Marla no aparece. Marla no se encuentra con su amante en el pequeño departamento del tejado donde su pasión conoció de sus éxtasis. Y su amante pasa de la sorpresa a la estupefacción y, finalmente, a la angustia, ante una ausencia sin motivo. Esto lo lanza a una búsqueda desesperada de la joven, lo que le conducirá a recorrer—y los lectores con él—los más dolorosos meandros del dolor y la ausencia, y físicamente por los recovecos más siniestros y degradados de la realidad mexicana.

El amante de Marla, protagonista de la narración, es un hombre que vive de sus negocios relacionados con el billar, que lee y oye música en su apartamento, viviendo una existencia que podríamos calificar de bohemia, con el billar como eje, y a la que define …

Yo no tengo problema con eso, una rutina no está mal para variar. Todo en mi vida es caos, por lo demás. El caos de las bolas muertas sobre el paño. El enigma. Las múltiples posibilidades.

Solo que Marla

El billar y sus gentes y escenarios ocupan buen número de las páginas de esta novela, mundo en el que se mueve el protagonista, tanto como jugador, como proveedor de materiales de calidad, y de este mundo, o forma de vivir, afirma:

aquí nadie estrena ropa ni tiene para medicinas ni sale de vacaciones ni alimenta a sus hijos. La carambola lo consume todo. Nadie tiene dinero para nada que no tenga que ver con esto. Si tu trabajo interfiere con la carambola, deja el trabajo, decía don Pato.

Solo que Marla

El protagonista es un ser solitario que, exceptuando a su tío Chicopalo, que lo introdujo en el mundo del billar y le cedió su negocio relacionado con el mismo, no tiene relaciones profundas con nadie, aunque, como el personaje de Allan Poe, se pase el día rodeado de gente. Pues ni sus padres le resultan cercanos, ya que ….

Mis padres viven allá en la costa, retirados, jipis. Consumen ácido y tienen una letrina. Secretamente se avergüenzan de mi espíritu mercantilista. O eso creo, nunca se los he preguntado.

Solo que Marla

En semejante tesitura, el protagonista se lanza a la búsqueda desesperada de Marla. Una búsqueda en la que está dispuesto a todo, pues piensa que no puede estar muerta, ya que, en ese caso, siente que se moriría él también.

La relación entre la búsqueda y la muerte marcará todo el relato. En este sentido se llega a afirmar …

La turba quiere intercambiar su frustración por mi vida. ¡Ah, si con mi vida pudiera traer a Marla de vuelta al mundo, pagaría con gusto!

Solo que Marla

Hay algo de expiación por el goce alcanzado en su relación con Marla, que el protagonista cree que debe pagar culposamente, ya que ….

Decía que nadie me iba a perdonar a mí el amor de Marla. Y más que el amor, el deseo. Porque, muy en el fondo, la turba que se aproxima a mi casa con antorchas y machetes está histérica, no porque yo sea culpable de la desaparición de Marla, hecho que nadie puede probar, sino porque me acosté con ella muchas veces. Porque le hice de todo y ella me hizo de todo a mí. Porque fuimos dos animalitos abocados al deseo, a la exploración de cada posible reducto de placer contenido en la imaginación y en el cuerpo de ambos. Mientras hablen de una vida truncada o de que tenía todo el futuro por delante, en realidad estarán pensando: ese viejo cochino le apretaba los pezones y las nalgas y a ella le encantaba.

Solo que Marla

Y ahí comienza una búsqueda desesperada de Marla, que realmente se llama Jimena Martínez Landeros, diecisiete años, pelirroja, uno sesenta de estatura.

En su desesperación, el protagonista echa mano de María Peñaloza, una amante ocasional, que trabaja como investigadora en la fiscalía. A través de ella vemos la imagen que el autor nos propone de la policía, pues considera que ….

unos años y será como el resto: otro mueble, una ocultadora profesional, una confeccionista de sombras. Pero no aún. María Peñaloza es una funcionaria pública ejemplar, o eso parece. Y es sensata. Sabrá escucharme. Creerá mi versión de los hechos, la única y verdadera …

Solo que Marla

El protagonista se lanza a una desesperada búsqueda por las calles del México distrito federal, a la que llama la ciudad-monstruo.

En esta peripatética investigación se va encontrando con una fauna humana, que parece surrealista, pero tiene muchos visos de posible:

Todos los monstruos que habitan la ciudad han decidido cruzarse en mi camino. La gente sin cuello. La gente que mide más de diámetro de que alto. Los quemados.  Los de las miradas vidriosas. Los de las sonrisas podridas. Los cargadores de sufrimiento permanente y transgeneracional. Las madres de diez engendros. Los padres rotos. Los niños con una pierna más corta que la otra. Los bebés dentados. Los perros sarnosos. Sin ojo. Sin oreja. Los ancianos encorvados como lentos signos de interrogación. Las ancianas resentidas. Los solteros optimistas de traje barato y cabello engominado. Las chicas asustadas. Los energúmenos. Los desempleados crónicos.

Solo que Marla

Un momento especialmente duro sucede cuando el protagonista, al sospechar que Marla haya podido ser raptada y forzada a ejercer la prostitución, recorre buena parte de la oferta que hay en esa actividad. Algunas de las descripciones que nos propone, resultan terribles, por la edad de las implicadas en semejante tráfico, así como por la crueldad y vejaciones a las que se ven sometidas.

En un momento de la novela, el protagonista cambia de escenario, y lo acompañamos a una ciudad costera, en la que, siguiendo con sus pesquisas, el protagonista se encontrará con otras terribles circunstancias. Si en sus investigaciones por el distrito federal nos llevó por los recovecos más sórdidos de la sociedad capitalina, en este nuevo escenario nos mostrará el dictatorial gobierno de los caciques económicos y policiales, mientras se nos describe de paso el feroz control que el narcotráfico ejerce sobre la vida cotidiana.

Con todos estos elementos, Béla Braun nos propone acompañar a un hombre desgarrado por la pérdida de su objeto de pasión, y que está dispuesto a lanzarse a los infiernos en la búsqueda de su amada. Y este tipo de búsquedas tienen un resultado dramático, pues de esos lugares no se suele salir indemne. Y, lo peor, es que ese infierno no es imaginado, sino que tiene un verismo desasosegante.

Un elemento que destacar es el estilo de la narración. El autor logra una intensidad en su texto apabullante, alternando el pensamiento doloroso del protagonista, con escenas y acciones de una crudeza que resuenan dolorosamente, haciendo que la lectura sea adictiva hasta su impactante final.

Es muy de agradecer que la edición se haya preocupado de traducir el vocabulario propio de los hablantes mexicanos, permitiendo a los hispanohablantes no mexicanos poder entender el rico léxico que usa el autor. Pues un hecho muy destacable es la riqueza de giros y neologismos que salpimentan el texto. Así, por ejemplo, el autor nos propone el término «culpígena», que se refiere a aquello que provoca o sufre sentimiento de culpa.

Esta gran novela, que podemos encuadrar dentro del género de novela negra, nos trae recuerdos de muy diversos autores. Así, referido a la brutal corrupción de los servicios públicos y el peso del narco en la vida cotidiana, nos trae a las mientes las tramas del zurdo Mendieta de las novelas de Élmer Mendoza, o las terribles crónicas del narco en La primavera del mal, de F.G. Haghenbeck, o la trilogía sobre el narco de Don Winslow. En cuanto a aquellos que recorren los inframundos de nuestras sociedades, nos vienen al recuerdo los textos de Pedro Luis de Gálvez, o las fantásticas—por buenas y por temática—novelas del mexicano Bernardo Esquinca. Y referido a ese estupor del protagonista embarcado en una tarea imposible, pero que no se puede dejar de llevar a cabo, ahí está la presencia de El complot mongol, del gran Rafael Bernal.

Béla Braun.

Si quieren lanzarse a una narración dolorosa e impactante, prueben con esta Solo que Marla no volverá, una novela que cumple canónicamente lo que hace poco afirmaba en Total Noir el gran escritor Óscar Urra sobre aquello de que «la literatura noir es la flor negra del romanticismo».

José María Sánchez Pardo.

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