La séptima hipótesis, de Paul Halter

La séptima hipótesis. Paul Halter. Who Editorial.

El elegir un buen título es uno de los muchos quebraderos de cabeza a los que se tiene que enfrentar un novelista, especialmente si se trata de una novela de misterio.

Por supuesto, lo que más importa es el contenido -la historia que se nos va a relatar-, pero un buen título que suscite la curiosidad del lector ya lo predispone a favor, o en contra,  de la novela.

Un título que sea original, que sugiera misterio sin desvelar trama.

Eso lo consigue Paul Halter con La séptima hipótesis, un título en el que aúna -nos lo cuenta él en la presentación que hace esta edición- “el número mítico por excelencia con  HIPÓTESIS: una palabra que en sí misma ya implica un misterio sin resolver”.

En esta novela los misterios sin resolver son varios, intrincados y muy ingeniosos en sus planteamientos. Un verdadero conjunto de acertijos apasionantes para todos los aficionados a los misterios de cuarto cerrado, ese subgénero de la novela de misterio que -cuando la novela es buena, como es este caso- constituye un verdadero reto  para el intelecto del lector.

La noche del 31 de agosto de 1938, sobre las diez de una noche brumosa, el agente Edward Watkins, un veterano, cercano ya a la jubilación, cuya carrera había transcurrido sin grandes sobresaltos, tendrá que hacer frente en su ronda a los sucesos más extraordinarios de su larga vida profesional.

Durante esa fatídica ronda nocturna, el agente Watkins se irá topando con alguien ataviado de antiguo médico de la peste -sobretodo hasta los pies  y rostro cubierto por una máscara de largo pico relleno de hierbas que, se mal suponía, evitaban el contagio de la peste-, con otro personaje disfrazado como un médico del siglo XIX y, finalmente, con un cadáver con signos de haber sufrido la peste.

Pero… en el Londres de 1938 no había peste, ni médicos como los descritos…

Y tampoco era posible que un enfermo desapareciera en un pasillo a la vista de atónitos testigos, ni que su cadáver se encontrara de la forma más extraña…

Son unos misterios estos -agravados por un asesinato- que quedan sin resolver, hasta que, dos meses después de los hechos narrados, el doctor Alan Twist -detective privado- y su amigo el inspector Archibald Hurst reciben unas sorprendentes confidencias que los lleva a enfrentarse con una serie de oscuras y criminales maquinaciones -relacionadas con aquellos primeros sucesos- que parecen señalar como a un peligroso asesino a un prestigioso autor teatral o a su actor favorito.

El inspector Hurst es un policía simpático y un poco necio -con el que hay que tener especial cuidado cuando juega a los dardos- que se beneficia de la gran inteligencia del doctor Twist y del trabajo callado, oscuro y rutinario del inspector Briggs.

Ajedrez de Maelzel

El doctor Twist, en cambio, es un hombre muy inteligente, que será capaz de desentrañar todos los misterios que esconde esta historia porque sabe que una investigación criminal no puede considerarse únicamente como un problema matemático:

“Ponga tantas incógnitas como quiera en una ecuación, ¡siempre será cien veces más fácil de resolver que algunos casos criminales! Porque en estos casos existe un factor esencial que ninguna ciencia puede dominar: ¡el factor humano!”

Y en esta novela el factor humano es el de una inteligencia deslumbrante y con una gran capacidad para el mal.

Una inteligencia solo a la altura de la del doctor Twist que llega a obsesionarse tanto como para que su amigo Hurst le diga preocupado:

“De verdad, parece que está usted realmente obsesionado con ese caso. Créame, Twist, si no lo conociera desde hace tanto tiempo, me preocuparía seriamente por su equilibrio mental. ¡Es casi como si admirara las hazañas de ese loco sanguinario!”

Paul Halter

Algo así le pasa al lector de esta novela, que se obsesiona por llegar a la última página y conocer todo el complejo entramado de una historia salida de una mente tan brillante -la de Paul Halter- como la de los dos personajes que crea: el doctor Twist y el amoral asesino.

Pero para llegar a conocer toda la verdad, el lector tendrá que acompañar al doctor Twist y al inspector Hurst en un camino muy difícil y complejo, hasta que lleguen a la hipótesis que reúna todos los factores necesarios para resolver todos los misterios a los que se enfrentan.

El autor regala pistas al lector pero, aunque este sea capaz de aprovechar alguna, creo que a la mayoría le pasará lo que a mí y tendrá que esperar a que el doctor Twist, con su inteligencia superior y su conocimiento de ese factor esencial -el humano-, logre formular la hipótesis verdadera, la séptima, la que deja al descubierto a un criminal de inteligencia tan brillante como perversa.

Para que el doctor Twist triunfe tendrá que elucubrar y sufrir mucho, porque esta investigación -como le dice Hurst a Twist- es “… una pesadilla, sí… No sé si da cuenta , pero no contamos ni con un hecho en el que basarnos. Cuando creemos que tenemos una pista, esta no tarda en desmoronarse y volvemos al punto de partida: Más aún, me parece que, tras cada paso, nos hallamos en una situación peor que cuando empezamos”.

John Dickson Carr

Pero es una pesadilla muy entretenida para el lector, que se ve retado por un autor, Paul Halter, que es claro heredero y declarado admirador del más grande escritor de misterio de cuartos cerrados, el norteamericano John Dickson Carr.

Los lectores que apreciamos un buen reto intelectual de ese tipo estamos de suerte de que un autor contemporáneo haya retomado con tanta brillantez esa tradición.

Y también tenemos suerte de que  esta sea la segunda obra  – tras haber publicado La cuarta puerta– que Who publica del francés Paul Halter -nacido en 1956-, penosamente desconocido en España a pesar de la prestigiosa y cuantiosa obra que lo avala.

Halter nos cuenta que para esta novela se inspiró en El hombre hueco de John Dickson Carr, y tanto esta novela del escritor norteamericano como Las gafas negras, que ya reseñamos anteriormente en esa sección, han sido también publicadas por Who Editorial.

Las gafas negras, de John Dickson Carr | totalnoir (wordpress.com)

La séptima hipótesis es una novela que reta a nuestra imaginación y a nuestra inteligencia, ambientada en las calles brumosas del Londres que cincuenta años antes habían conocido los horrores de Jack el Destripador -Halter elige ese aniversario a propósito-, y que con todos estos requisitos se convierte en un verdadero placer para los amantes del misterio clásico,  llegado en este caso de la mano de un autor contemporáneo que ha sabido aunar con maestría tradición y modernidad -en el ritmo de la narración, en la horrible motivación del asesino, que una novela clásica se habría cuidado de presentar…-.

Una gran pareja la de Alan Twist y Archibald Hurst. Con suerte volveremos pronto a leer sobre ella.

Los rescatados

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