Atraco al banco, de Donald Westlake.

Atraco al banco, Donald Westlake. RBA.

Aprovechando su reedición, les propongo la lectura de una de las novelas de una de las series más famosas del noir, dentro del subgénero de novelas de atracadores. Me refiero a Atraco al banco, segunda entrega de la serie protagonizada por el gran Dortmunder, y de cuya primera entrega, Un diamante al rojo vivo, ya hablamos en una entrada anterior de Total Noir.

En Atraco al banco nos encontramos con el protagonista de la serie, John Archibald Dortmunder, un ladrón de pura cepa, que no tiene ningún remordimiento por serlo, ni pretende dedicarse a otra cosa. Tras un par de estancias en la cárcel, anda siempre buscando nuevos robos que ejecutar.

Mientras encuentra un asunto que le interese, se dedica a timar a las buenas gentes de los suburbios de Nueva York, colocándoles falsas suscripciones a enciclopedias. Y en estas, su colega Kelp le trae el plan creado por su sobrino Victor, en el que pueden dar un gran golpe a un banco.

Pero este atraco tiene una particularidad muy especial. No se va a limitar a llegar, hacerse con el dinero y marcharse, sino que pretenden, nada más y nada menos, que …. llevarse el banco entero—eso sí, con su caja fuerte—. Los detalles de tan singular robo les son mostrados con detalle en la narración, pero les adelanto que no es tan imposible como pudiera parecer.

La novela gira alrededor de Dortmunder, un personaje con un carisma muy particular, que nos es descrito por el autor con el siguiente retrato ….

«Dortmunder era alto, delgado y parecía cansado. Tenía la mirada hastiada de Humphrey Bogart en «La gran evasión».»

Atraco al banco.

Además, su carácter le hace ser un hombre muy cínico y descreído, que resulta amargo, borde, desconfiado y pesimista. Normalmente las cosas no le van tan bien como quisiera, pese a lo cual mantiene impasible el ademán en medio de sus desgracias. Ese fatalismo nos lo explica Westlake en esta semblanza …

«que aquello era como la historia de su vida: nunca había tenido mucha suerte, pero no todo había sido malo. Era un equilibrio tan exacto que lo bueno y lo malo se compensaban.»

Atraco al banco.

Para emprender semejante aventura, Dortmunder reúne a viejos compañeros de latrocinio, y ficha a algunos nuevos. Así estará presente su colega Kelp, el gran ladrón de coches—especialmente de médicos—, el sobrino de este, Victor, ex-agente del FBI, del que tuvo que salir por sus disparatadas propuestas, pero que es un enorme aficionado a la cultura popular sean cómics, libros o todo tipo de novelas de aventuras de las décadas anteriores a la segunda guerra mundial.

Tampoco puede faltar el gran conductor Stan Murch, capaz de hacerse de los mandos de cualquier cosa que se mueva, sea un camión gigante o un helicóptero. y para que no esté solo en semejante trance, lo acompaña su anciana madre, la taxista.

Un elemento nuevo en el grupo es Herman X, un atildado y sibarita revienta cajas afroamericano, digno exponente del blaxploitation, de quien Westlake hace un divertido relato de un ágape … todo negro.

Y para que nadie falte, también veremos la participación de May, la compañera de Dortmunder, aunque sea el personaje menos codicioso del grupo, o nos volvemos a encontrar en el el «O.J. Bar y Grill» de la Avenida Amsterdam, donde se reúne el grupo y donde son fiscalizados por su barman, el gran Rollo.

Como hemos señalado el argumento se centra en el intento de atracar un banco por parte de Dortmunder y su gente. Su objetivo será la nueva sede del Banco de Capitalistas e Inmigrantes, con su memorable pancarta de ¡Vean cómo CRECEMOS!. La descripción del banco original no tiene desperdicio, y el autor echa mano de su característica retranca cuando lo describe ….

«Era un banco viejo, antiguo, construido en piedra que se había puesto gris oscuro con el tiempo. Como la mayor parte de los bancos de los años veinte, hacía todo lo posible por parecerse a un templo griego. En aquella época, los americanos idolatraban el dinero… Como casi todos los bancos de barrio, los motivos griegos no concordaban en absoluto con las dimensiones del edificio. Los cuatro pilares de piedra gris de la fachada estaban tan pegados los unos a los otros que apenas dejaban sitio para pasar a la puerta de entrada.»

Atraco al banco.

Las excepcionales características de este atraco no le hacen gracia a Dortmunder, que anhela … 

«Lo que me gustaría es un atraco sencillo. Te pones un pañuelo en la cara, entras, enseñas un arma, coges el dinero y te vas. Sencillo, directo y honrado.»

Atraco al banco.

La narración nos relatará los minuciosos preparativos que semejante robo precisan, y entre ellos se nos hablará de la necesidad de financiación ….

«La idea de que los atracadores profesionales tenían que ser financiados como cualquier otra persona, nunca se le había pasado por la cabeza. La preparación de un golpe requería todo tipo de gastos y era necesario que alguien los pagara. Víctor le había hecho a Kelp mil ávidas preguntas sobre este aspecto de la operación. Se había enterado de que, a veces, un miembro del equipo prestaba dinero contra una mayor parte del pastel pero que, generalmente, la financiación provenía de gente ajena al golpe con una ganancia del cien por cien, es decir, dos dólares por uno, si el golpe salía bien. Si el golpe se iba al carajo, lógicamente, el que había financiado se quedaba sin nada.»

Atraco al banco.

Y no se pierdan el personaje de quien les presta el dinero, su descripción y sus circunstancias.

Enfrente de nuestros esforzados ladrones se nos presenta a los agentes de la ley, que pretenderán desmontar el tinglado. Estos son el capitán Deemer y el teniente Heplewhite. De ellos el autor nos hace el siguiente retrato:

«El teniente y el capitán eran distintos casi en todo. El teniente era joven, delgado, indeciso, tranquilo y amante de la lectura. El capitán andaba por los cincuenta años, corpulento, cabeza de toro, vociferante e inculto. Pero tenían algo en común: a ninguno de ellos les gustaban los problemas. Era para lo único que utilizaban el mismo lenguaje.»

Atraco al banco.

Con esta singular trama y estos personajes el autor nos regala con una historia llena de situaciones excesivas, diálogos chispeantes, descripciones corrosivas de personas y situaciones, especializándose en escenas casi esperpénticas, de las que les recomendamos un par de ellas, una en la cabina de un camión, y otra durante la persecución policial mientras esperan en una colina azotada por el viento.

Todo ello llevado con un ritmo casi frenético, en el que se nos regalan grandes escenas de acción y, como señalábamos, diálogos y descripciones fantásticos. Y todo esto con unos personajes que intentan desesperadamente no usar la violencia física en sus correrías, pese a llevar a cabo acciones que no pueden dejar de calificarse como espectaculares.

El autor se permite hacer guiños con su propia obra, ya que en una escena en la que los protagonistas sufren un choque con un coche, en este se encuentra una serie de cajas con libros de porno blando firmados por un tal Alan Marshall, … que fue uno de los numerosos seudónimos que usó Westlake a lo largo de su carrera, siendo este el que usaba para firmar sus … novelas de porno blando.

Pues Donald Edwin Westlake (Brooklyn 1933-Ciudad de México 2008), fue uno de los más grandes autores de literatura de género de la historia. Tocó muy diversos géneros con gran número de seudónimos, pero sobre todo nos regaló con una gran cantidad de novelas negras, de muy diverso carácter, en las que siempre brilló su aguzado ingenio y unos personajes y situaciones memorables. Todo esto lo pueden encontrar en Atraco al banco, una joya del noir que esperamos les guste tanto como a nosotros.

Y para dar una adecuada ambientación musical del protagonista, qué mejor que esta gran canción de «La voz», en la que se nos habla de un hombre que unos días va bien, y otros fatal, pero lo importante es seguir adelante …

José María Sánchez Pardo.

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