Los detectives de la línea morada, de Deepa Anappara.

Los detectives de la línea morada, Deepa Anappara. Destino.

La autora nos relata en esta novela una serie de hechos criminales acaecidos en un barrio marginado de una gran urbe de la India—a la que no da nombre, pero que debe ser de gran extensión, pues dispone de líneas de metro—. Los hechos nos son relatados a través de los ojos de un niño de nueve años, Jai, que decide investigar y resolver los terribles acontecimientos que afligen a sus amigos y habitantes de su barrio.

El drama criminal se dispara tras la inexplicable desaparición de Bahadur, un compañero del colegio del protagonista. Este decide, bajo la influencia de las series policíacas que ve por televisión—«Police Patrol» y «Live Crime»—, descubrir el paradero de su amigo. En esta aventura echará mano de sus amigos, Pari–la niña aplicada del colegio—, y Faiz—un niño de la minoría musulmana—.

Pero lo que empieza como algo casi anecdótico toma tintes mucho más dramáticos cuando un buen número de niños y niñas siguen desapareciendo en la misma barriada. Lo que se inicia como un juego detectivesco entre unos críos, se convierte en un drama social que golpeará durísimamente al colectivo, y a los protagonistas de esta historia.

El escenario de esta dramática historia es un barrio muy pobre de una gran ciudad india, —un basti—, lo que podríamos considerar un asentamiento ilegal, donde no hay agua corriente, por lo que sus habitantes han de usar de baños públicos para lavarse y realizar sus necesidades fisiológicas, por supuesto, pagando. Su situación de ilegalidad hace que el fantasma de la expulsión y destrozo del barrio sea una amenaza constante:

¡Por favor, Dios, no mandes las excavadoras a nuestro basti!.

Los detectives de la línea morada.

Las condiciones de vida son muy duras, por la poca protección ante la inclemencia meteorológica—lluvias, fríos y calor extremo—, y por soportar un ambiente tremendamente contaminado, que llaman la calina, que les envuelve y aísla del sol y el cielo.

El continuo goteo de niños desaparecidos crea un estado de inquietud entre los habitantes del basti, que llevará a reacciones muy diversas. Desde la despreocupación…

Uno de los chachas comenta que aunque se diera cuenta no diría nada:

—Tengo ocho hijos. ¿Qué diferencia habría con uno más o uno menos?

Los detectives de la línea morada.

…a otros, que sí sufren por la desaparición de sus seres queridos. En el intento de solucionar este drama, el reclamo a la policía resulta una tarea estéril, pues se trata de un cuerpo poco diligente, y tremendamente corrupto—resulta impresionante cómo aceptan sobornos de dinero o joyas, para al final no hacer prácticamente nada, excepto si se ve involucrada una persona rica o que ostente poder—. Resulta desgarrador el relato de padres que pierden el trabajo, para poder buscar ellos mismos a sus hijos desaparecidos, sin amparo de nadie.

Proyecto «Addressing the Unaddressed», de una organización dublinesa sin ánimo de lucro, que se enfoca en proporcionar direcciones postales a los habitantes más pobres de la India.

El tema de los niños desaparecidos es una lacra real en la India actual, en donde la autora—antigua periodista de sucesos en la India—, nos advierte de que se estima que en todo el país desaparecen ciento ochenta niños cada día, mayoritariamente procedentes de familias pobres. La información sobre estos hechos es escasa, pues esas desapariciones sólo llegan a ser noticia cuando el secuestrador es capturado o si los detalles que rodean el crimen resultan escabrosos.

El destino de estos niños desaparecidos es incierto, y de ahí las advertencias hechas a los niños…

¿Sabéis que existe gente que os convertiría en sus esclavos? Os encerrarían en un baño y sólo os dejarían salir para limpiar la casa. Eso si no os llevan al otro lado de la frontera con el Nepal para poneros a hacer ladrillos en hornos donde no seríais capaces ni de respirar. O podrían venderos a alguna de esas bandas criminales que obligan a los niños a robar móviles y carteras.

Los detectives de la línea morada.

Eso sin perder de vista otros dramáticos destinos, como puede ser la prostitución infantil, o el tráfico de órganos.

Resulta terrible el relato de las reacciones sociales ante semejante tragedia pues, ante el desconcierto por el destino de sus niños y la nula intervención de los cuerpos policiales, degeneran en auténticas cazas de brujas, que se suelen concentrar en minorías. Es durísimo el relato de cómo la minoría musulmana es acusada de estar detrás de estos hechos. Esto no deja de ser la novelización de unos hechos reales, ya que el autor nos relata cómo la información falsa…

sobre secuestradores de niños han provocado que las masas linchen a los acusados, muchos de ellos gente inocente de comunidades pobres y marginales, gente que en esos lugares eran percibidos como de fuera o que tenían minusvalías. Ocurre tras una furia similar por parte de las masas contra las minorías, en especial musulmanas

Los detectives de la línea morada.

Hay que tener en cuenta que la narración se sitúa entre grupos sociales muy pobres—un porcentaje mayoritario de la población india—, donde se dan situaciones terribles:

Por la televisión he visto imágenes sanguinolentas de gente que fue asesinada por haberse casado con alguien de una casta o una religión distinta.

La gente muere cuando se resfría, y cuando una chachi o un chacha de nuestro basti muere de tuberculosis, de dengue o de tifus. Montones de enfermedades rondan por nuestro basti esperando cazar a la gente y matarla.

Los detectives de la línea morada.

Todo esto ocurre en una ciudad agobiada por la calina donde la gente usa máscaras, o donde está instalada una general paranoia con el terrorismo y se pasan arcos de seguridad hasta para entrar en el metro.

La narración pasa de lo colectivo a lo personal, sobre todo en la persona de su protagonista, Jasoos Jai, del que se nos relatan sus actividades y anhelos infantiles; un chaval que, mientras investiga, se distrae con las cosas cotidianas: un baile, un perro… Para él y sus amigos, un viaje en metro es una experiencia única. Se nos habla de su ingenuidad ante multitud de hechos de la vida—entre ellos los sexuales—, y de que, aunque sea activo y ensoñador, también sufre momentos muy tristes …

Los vehículos pasan volando por nuestro lado, pero ya no suenan tan fuerte. Un muro de cristal se ha levantado entre el mundo y yo.

Los detectives de la línea morada.

Un papel muy importante en la narración lo tienen el resto de los miembros de su familia, Ma y Papa y su hermana Runu-Didi. Gente pobre, cuyas pertenencias—ante la posible irrupción de las excavadoras para derribar el barrio y sus casas—caben en el fardo hecho con una sábana.

Su hermana, Runu-Didi, es una niña de doce años, que, a través de convertirse en corredora de atletismo, pretende salir de un duro presente e intentar crearse un futuro mejor.

En esta línea la niña nos relata…

Desde que nació, Runu había contemplado a Jai con una mezcla de aversión y admiración; le parecía que Jai, con sus ensueños y con esa autoconfianza que el mundo concedía a los chicos (algo que en el caso de las chicas era considerado un defecto de la personalidad, o la prueba de una pésima educación), había encontrado la manera de suavizar las imperfecciones de la vida.

Los detectives de la línea morada.

y sobre su intento de salir de su situación:

Era como si ella solamente existiese para cuidar de su hermano y de la casa. Después cuidaría igualmente de su marido y las manos le olerían a excrementos de vaca. Los sueños que ella tuviera era lo de menos. A Runu le parecía que nadie podía ver la ambición que repiqueteaba en ella; nadie la imaginaba convirtiéndose en alguien.

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La incertidumbre de esta niña entra en conexión con otras terribles historias de mujeres:

Pero de tarde en tarde, en alguna parte de la ciudad, una chica que tal vez vive al otro lado del río o tal vez en un basti de por aquí sentirá el miedo que todas las chicas de este país conocen de sobra al caminar a solas por una calle desierta. Lo puede causar el bramido de los cilindros de las motos que jalean tras ella, o la visión de una mano velluda que asoma por la ventanilla de un todoterreno para empujarla hacia dentro, o el olor apestoso del sudor de un hombre.

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Es curioso que las niñas, pese a la dureza de la vida en los suburbios de las ciudades, los prefieran a las comunidades que viven en el campo, como es el caso de Khadifa, una chica musulmana, que, puesto que vive en el campo, ha de casarse a los 13 o 14 años.

Un elemento muy a tener en cuenta es las diversas fórmulas que los personajes crean para escapar o afrontar estos terribles sucesos, que no saben ni pueden evitar. Por ejemplo, las ensoñaciones detectivescas de Jai, el protagonista, que cree posible que mediante la investigación se puede resolver esta terrible situación. Otros, como su amigo Faiz, echan mano de los djinns, genios de la cultura musulmana, que pueden cambiar la vida de una persona, resultando un refugio ante el desastre o la enfermedad.

Pero hay otras posibilidades, como la invocación a seres míticos, como Demente, o la Reina de los Cruces, seres entre míticos y reales que parecen defender a los sometidos a tanta adversidad.

Así, una niña de un grupo de niños de la calle afirma:

Quizá nosotros necesitemos fantasmas más que los demás, porque somos los chicos del tren y no tenemos ni padres ni hogar. Si seguimos aquí es porque sabemos invocar fantasmas a voluntad. Hay gente que piensa que creemos en lo sobrenatural porque inhalamos pegamento, esnifamos heroína y bebemos desi daru, que es lo bastante potente como para hacer que a un bebé le salga bigote. Pero esa gente, esa gente con sus suelos de mármol y su calefacción eléctrica, no estaba con los chicos de Demente esa noche de invierno.

Los detectives de la línea morada.

Ella recordará entonces a la Reina de los Cruces y el espíritu de la rani vendrá a protegerla. Y sobre este personaje entre real y mítico nos cuenta ….

– La Reina de los Cruces no es una historia. La Reina de los Cruces sigue viva…

– Querrás decir que su espíritu sigue vivo.

– Sigue viva porque aún busca a los asesinos de su hija. Y si pudiera hacerlo, le diría a cada mujer y a cada niña de la ciudad: No tengáis miedo. Pensad en mí y allí estaré con vosotras.

– Esperamos que nunca tengáis que llamarla, pero si tal momento llega—Dios no lo quiera—, podemos prometeros que os ayudará.

Los detectives de la línea morada.

Jai, nuestro pequeño investigador, pese a vivir y verse envuelto en hechos terribles, es animoso y entusiasta. Es ejemplo de unos niños que, en su mayor parte, no se consideran víctimas, son vivarachos y divertidos, mostrando la capacidad de resistencia de los niños, su alegría y su fanfarronería.

Como investigador, no se guía por los cánones occidentales de niños detectives, como fueron el gran Guillermo, de Richmal Crompton; Los Siete secretos, de Enid Blyton; el Flanagan, de Martín y Ribera, o la más contemporánea Agatha Mistery, de Steve Stevenson, todos ellos muy alejados social, económica y culturalmente de este pequeño indio. Jai tiene como guía las enseñanzas y aventuras del famoso personaje Byomkesh Bakshi, del gran escritor indio Saradindu  Bandyopadhyay.

Los detectives de la línea morada es una novela que combina lo trágico y lo vital, en una fórmula muy habitual en las novelas noir indias. Estaría—eso sí, con protagonista infantil—, en la línea de otras grandísimas novelas noir como Tigre Blanco, de Aravind Adiga; Seis sospechosos, de Vikas Swarup, o Juegos sagrados, de Vikram Chandra.

El tono de la novela, para nuestra mentalidad occidental, es quizá muy agridulce, ya que combina hechos terribles con grandes muestras de disfrute de la vida. Ello lleva a afirmar a su autora:

¿Cómo vive uno el día a día sumido en la incertidumbre?, ¿Cómo puedes encontrar esperanza cuando te dicen que no la hay?, ¿Cómo le explicas la mortalidad a un niño?

Pero fui consciente al escribirla de las narrativas que inventamos para darle sentido a la tristeza y al caos, como Jai y otros personajes hacen en este libro, y de cómo tales historias pueden procurarnos un consuelo o incluso fallarnos.

Los detectives de la línea morada.

Un detalle que no podemos dejar de lado es el intento consciente por parte de la autora de no confundir tragedia con aquellos que la sufren, porque aquellos que tratan con la desgracia no han de ser, impepinablemente, desgraciados.

De este modo afirma:

Además era probable que una historia centrada en una horrible tragedia pasara a convertirse en parte de una narrativa estereotipada acerca de la pobreza y la India que equiparase a las personas con los problemas que padecían.

Los detectives de la línea morada.

No puedo finalizar esta reseña sobre un libro tan impresionante, por su dureza y su vitalidad, sino con las palabras que el Rey de las botellas,—el líder de un grupo de niños de la calle, que viven de recoger desperdicios—, le dirige al protagonista:

—Créeme —dice el rey—, hoy, mañana, todos perdemos a alguien muy próximo a nosotros, alguien a quien amamos. Afortunados aquellos que envejecen creyendo que tienen cierto control sobre sus vidas, pero hasta ellos terminarán por darse cuenta de que todo es incierto, que todo está destinado a desaparecer para siempre. No somos más que motas de polvo en este mundo: brillamos por un momento a la luz del sol y luego desaparecemos en la nada. Debes aprender a vivir en paz con eso.

—Lo intentaré—respondo, aunque no tengo ni idea de lo que el rey me ha querido decir.»

Los detectives de la línea morada.

José María Sánchez Pardo.

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