Ripley. Serie de TV

La idea del director Steven Zaillian de retomar el personaje de Tom Ripley -el asesino encantador imaginado por Patricia Highsmith- para crear una serie para Netflix era, en principio, bastante arriesgada.

Se trata de un personaje que ha conocido varias adaptaciones cinematográficas generalmente exitosas: A pleno sol -1960-, del director René Clément; El amigo americano, de Wim Wenders  -1977- y El talento de Mr. Ripley  -1999- de Anthony Minghella, El juego de Riple, de Liliana Cavani -2002- y El regreso de Mr. Ripley, de Roger Spottiswoodde -2005-.

Diferenciarse, para bien, de ellas -especialmente de la primera y la tercera, que se basan en la primera de las cinco novelas que Highsmith dedicó a Ripley, como también pretendía hacer Zaillian- era extremadamente complicado.

Acabamos de ver la serie, en esta primera temporada de ocho capítulos -todavía no sabemos si habrá nuevas temporadas que sigan las andanzas de Ripley en sus cuatro siguientes novelas-, y podemos decir que Zaillian ha culminado su empresa con considerable éxito.

En primer lugar, ha elegido rodar toda la serie en blanco y negro. Y esto ha sido un gran acierto, porque la bellísima fotografía del premiado Robert Elswit convierte cada fotograma en un verdadero placer visual -magnificado por la música elegida por Jeff Russo-, con un uso tan inteligente de la luz y los claroscuros que recuerdan a veces al tenebrista Caravaggio tantas veces mencionado en la serie.

Zaillian ha justificado la eleccion del blanco y negro alegando que supone que Highsmith imaginó así a su personaje, pero no hay que olvidar que el director -y guionista- de Ripley fue primeramente un afamado guionista y como tal trabajó en la lista de Schlinder -en la que Spielberg también rodó en blanco y negro-, y sabe bien el partido que se puede sacar a esta elección.

Por lo pronto, queriendo o no, el uso del blanco y negro se convierte en un verdadero homenaje al cine negro más clásico y, en cualquier caso, le da a la serie un carácter propio y original.

La recreaciones en blanco y negro de Nueva York, Nápoles, Atrani, Roma, Palermo, Venecia, son siempre magníficas.

En segundo lugar, Zaillian ha tenido otro acierto al elegir para su Ripley al actor Andrew Scott. Un actor que, por su físico, queda muy alejado de la perfecta belleza de Alain Delon -el Ripley de Clément-  o de la meliflua y juvenil simpatía de Matt Damon – el Ripley de  Minghella-.

Scott es un personaje más maduro y bastante más siniestro, en su apariencia, del Ripley que crearon esos dos actores.

Lejos de ser encantador, aparece más bien como un personaje sombrío, al que le cuesta sonreír, y si lo hace es con una sonrisa lobuna que preocupa más que tranquiliza.

Un personaje, este Tom Ripley, que se puede emocionar hasta las lágrimas por una bella canción, pero que mata sin vacilaciones.

Es verdad que el Ripley de Scott tiene motivos para ese aire siniestro.

Lo conocemos en Nueva York, en 1949, donde se gana la vida con estafas de poca monta y siempre con miedo a ser detenido.

Zaillian nos lo presenta malviviendo en una habitación miserable de un tétrico edificio de un barrio degradado; moviéndose siempre en un mundo de miseria que nos remite en la fotografía de Elswit al mejor cine negro en la tradición del expresionismo alemán y del neorrealismo italiano.

Sin embargo, Ripley sabe -es muy consciente de ello- que fuera de su alcance hay un mundo de belleza y armonía que el no puede alcanzar.

Hasta que un golpe de suerte le acerca a ese mundo de bienestar del que se considera injustamente exiliado.

El padre de un antiguo conocido -un millonario constructor de embarcaciones- lo busca para pedirle  -bien pagado- que viaje a Italia en busca de su hijo Dickie para convencerlo de que deje la vida de ociosidad que lleva en el sur de Italia y regrese junto a sus padres.

El momento en que Ripley decide abandonar su vida en Nueva York es un ejemplo perfecto de la habilidad de Zaillian al enfocar el relato: Ripley se está duchando en la asquerosa ducha comunitaria del edificio en el que vive, cuando el agua deja de caer y del desagüe surge una repugnante marea negra que le cubre los pies.

El espectador -si conoce previamente algo de las andanzas de Ripley- sabe que en ese momento se ha producido una especie de “efecto mariposa” con efectos diferidos; un aleteo en una parte del mundo -en la cabeza de Ripley- que tendrá consecuencias de muerte en otra parte muy lejana.

En el sur de Italia, en Atrani, cerca de Sorrento, vive en una hermosa villa, Richard Greenleaf -interpretado por Johnny Flynn-, dedicado a admirar a Caravaggio, a pintar malos cuadros y a disfrutar de un ocio feliz y lujoso -propiciado por un generoso fideicomiso-  con su novia Marjorie -la estupenda Dakota Fanning-.

Ahora, con las escenas del sur de Italia, la fotografía de Elswit, siempre en blanco y negro, se inunda de la  luz del sol, de los reflejos del mar y de la blancura de los edificios.

Ripley llega a Atrani e inmediatamente decide prescindir de las instrucciones del padre de Dickie en beneficio de sus propios planes…

Zaillian no profundiza en la relación entre Tom y Dickie, que queda simplemente esbozada. Ciertamente, Marge siente una antipatía inmediata por Tom que parece nacer de la idea de que éste supone un peligro para su relación con Dickie, porque la joven piensa que Tom es gay y está enamorado de su novio.

En realidad, Marge ha juzgado mal la situación y no ha previsto el verdadero peligro que supone Tom Ripley.

Ripley no está enamorado de Dickie. Ripley está enamorado de la vida de Dickie.

En cuanto a la homosexualidad del personaje de Tom Ripley es algo que ha sido muy debatido por críticos y lectores y que la propia Patricia Highsmith negó.

En las novelas, Tom Ripley se presenta como un personaje frío, que no tiene grandes impulsos sexuales -su motivación es disfrutar de una buena vida, rodeado de cosas bellas-, pero que es capaz de tener -a partir de la segunda novela, La máscara de Ripley– una relación satisfactoria con Heloïse, su esposa millonaria, también bastante fría en el aspecto sexual.

Scott Andrew es un actor -el Moriarty de la serie Sherlock, protagonizada por Benedict Cumberbatch- al que se le dan muy bien esos personajes de personalidad ambigua -en eso me recuerda un poco al gran Dirk Bogarde-. Seguramente esta serie será el espaldarazo definitivo en su carrera internacional.

Steven Zaillian, potencia más los aspectos de ambigüedad sexual en la serie al hacer que un personaje masculino sea interpretado por Eliot Sumner, la hija de Sting, que además se ha declarado  persona no binaria.

Otro aspecto muy destacado de esta serie es su ritmo lento, verdaderamente pausado, tan poco habitual en las producciones actuales. Es algo que quizás le suponga el rechazo de los espectadores más habituados a ritmos trepidantes, pero que nos parece que le va muy bien al personaje, al argumento y a las intenciones del director.

Porque se trata de una serie preciosista, pensada para que el espectador disfrute con calma de cada fotograma -que son verdaderas obras de arte-, de la calidad visual de cada objeto, de cada expresión -¡y que bueno es Scott en dejar ver lo que el personaje está pensando y tramando!- de cada escenario y de cada situación, ya sea de un maravilloso paisaje de la costa Amalfitana o de la cabeza de un cadáver que golpea, escalón tras escalón, al ser arrastrado por una escalera -las escaleras, quizá en recuerdo al amor por las líneas horizontales del cine negro clásico o como metáfora de los altos y bajos de la vida de Ripley o porque, simplemente, les gustan al director y al fotógrafo, son un motivo visual muy utilizado en esta serie-.

Y no podemos dejar de mencionar la gran actuación de Maurizio Lombardi como el inspector Ravini, que tan difícil le va a poner las cosas a Ripley -aunque el último encuentro entre ambos resulte poco creíble para el espectador-.

Pero eso ha sido siempre lo mejor de Tom Ripley -en los libros o en las pantallas-, el ver cómo consigue zafarse de las situaciones más complicadas, que son muchas porque Tom no es un gran estratega, sino un frío oportunista beneficiado por el azar que tiene que ir resolviendo sobre la marcha los problemas que continuamente le van surgiendo.

Quizás para algunos Tom Ripley tenga siempre el aspecto de Alain Delon en A pleno sol o para otros el de Matt Damond en El talento de Mr. Ripley… O quizás el de John Malkovich, el Ripley de Cavani -al que Zaillian parece rendir un homenaje con el papel que le da a Malkovich en el último capítulo de su serie-…

Pero Steven Zaillian y Andrew Scott -con la gran ayuda de Robert Elswit- han conseguido dar una vuelta de tuerca al amoral Tom Ripley, que no busca matar, ni disfruta haciéndolo, pero que no tiene reparo en eliminar a todo aquel que obstaculice el viaje que ha emprendido desde la fealdad y tosquedad que le rodea en Nueva York a la belleza y el refinamiento que alcanza en Italia.

Ficha técnica:

  • Año: 2024
  • País: Estados Unidos
  • Título original: Ripley
  • Duración: ocho episodios de unos 60 minutos
  • Dirección: Steven Zillian (Creador)
  • Guion: Steven Zaillian, sobre la novela de Patricia Highsmith
  • Reparto: Andrew Scott, Johnny Flynn, Dakota Fanning, Maurizio Lombardi, Eliot Sumner, Pasquale Esposito, Margherita Buy, John Malkovich,
  • Música: Jeff Russo
  • Fotografía: Robert Elswit
  • Compañías: Showtime (Productora), Endemol Shine North America (Productora), Management 360 (Productora), Netflix (Distribuidora).
  • Género: Serie de Tv. Intriga, adaptaciones de Patricia Highsmith
  • Se puede ver en la plataforma Netflix

Los rescatados y Francisco Canales Ramírez

Deja un comentario