
Un caso de tres perros. S.J. Bennett. Editorial Salamandra
En septiembre pasado acaba la reseña dedicada a El nudo Windsor, de S. J. Bennett, con estas palabras: Esperamos con ganas el próximo caso de esta verdadera “Reina del crimen”.
A veces los deseos se cumplen. Ahora, en menos de un año, supongo que gracias al jubileo de Isabel II, se ha publicado en España la segunda entrega de la que promete ser una larga saga de novelas protagonizadas por Isabel II de la Gran Bretaña e Irlanda como reina-detective, Un caso de tres perros.
Y lo mejor es que si El nudo Windsor me gustó, esta segunda novela me ha gustado aún más.

La novela se inicia en septiembre de 2016. Han pasado varios meses desde los sucesos ocurridos en el palacio de Windsor, relatados en la primera novela, y la situación política se ha complicado para Gran Bretaña, después de un referéndum en el que los británicos han optado por salir de la Unión Europea, lo que ha motivado la dimisión del primer ministro Cameron y su sustitución por Theresa May. Además, en Estados Unidos se están realizando unas elecciones presidenciales bastante convulsas, con Donald Trump e Hilary Clinton como contrincantes.
En fin, una época complicada para la reina que, además, tiene que lidiar con la reforma de su palacio más emblemático, Buckingham, que está pidiendo a gritos e inundaciones una reforma a fondo y muy cara, para la que son necesarios complicados trámites contables, burocráticos y parlamentarios.

Pero Isabel II, aunque ya ha cumplido noventa años, todavía está en bastante buena forma física y mental. Y, sobre todo, tiene muchísimo rodaje como jefa de Estado, lo que le permite abordar todo tipo de problemas desde la experiencia acumulada a lo largo de su reinado.
Lo malo es que, además de todo lo dicho, a Isabel II se le abren nuevos, y peligrosos, conflictos en su propia casa. Varias mujeres de su personal son acosadas y amenazadas por notas anónimas, y la situación se vuelve intolerable cuando el secretario privado de la reina encuentra a una veterana gobernanta, la señora Harris, desangrada junto a la piscina del palacio. En principio, la muerte es considerada un accidente, hasta que otros sucesos hacen temer a la reina que detrás de esa muerte puede haber mucho más de lo que la policía piensa.
Afortunadamente, Isabel II cuenta con dos grandes bazas. La primera, la adjunta a su secretario personal, Rozie Oshodi; la segunda el policía retirado Billy MacLachlan.

A los dos los conocemos ya de El nudo Windsor. En realidad, Rozie Oshodi, una británica de ascendencia nigeriana, veterana de Afganistán, y con muy altas capacidades físicas (1,87 ms. de estatura) e intelectuales, viene a ser la segunda gran protagonista de las dos novelas de S.J. Bennett, y uno de los alicientes de esta segunda entrega es que en ella conocemos más a fondo a la capitana, como se la conoce en el entorno palaciego.
La reina y Rozie vienen a ser las dos caras de una misma moneda. La primera nacida en una situación de privilegio excepcional, la segunda en un ambiento humilde del que no se avergüenza pero del que se esfuerza en salir por sus méritos; unidas ambas por su sentido del deber y del trabajo duro.

Por su parte, MacLachlan, tras haber trabajado en la guardia personal de la reina, consiguió llegar a inspector jefe de la policía antes de su jubilación, que ahora disfruta como viudo acomodado en la localidad de Richmond. Y como se aburre bastante en su apacible vida, recibe con entusiasmo las llamadas de Isabel II porque, además de la lealtad sin fisuras que profesa a la reina, esas llamadas le proporcionan entretenidos problemas que le sacan de la rutina.
Rozie es muy leal a su jefe, el encantador Sir Simon, pero, cuando la situación lo requiere, tiene muy claro a quién debe su lealtad última. Precisamente, Sir Simon tiene también un papel destacado en esta novela, en la que destaca como un personaje encantador, inteligente y perspicaz, al que Rozie quiere y respeta porque “…pese a haber estudiado en una escuela privada y ser un hombre sofisticado, blanco y elitista, era siempre un perfecto caballero”.

Sí, Sir Simon es todo eso y también, a veces, un tanto ingenuo en manos de su reina y de su ayudante, que consiguen sibilinamente encauzarle en la dirección que ambas consideran adecuada para resolver los enigmas a los que se enfrentan. Porque Isabel II, por encima de todo, desea que su intervención en la resolución de estos misterios sea totalmente ignorada por todos y que los méritos recaigan sobre la policía y los miembros de su personal.
Así que con la ayuda de Rozie y MacLachlan para la investigación de campo que, por supuesto, no está al alcance de la reina – y que en este caso se torna bastante peligrosa para Rozie- y su buena memoria y experiencia vital, Isabel II consigue resolver un caso que tiene sus raíces en el pasado y que pone al descubierto un entramado de corrupción palaciega que se cobra varias vidas.

Al reseñar la primera novela decía que su acierto fundamental había sido conseguir que su personaje literario de Isabel II fuera brillantemente verosímil. La retrata como un personaje muy consciente siempre de la dignidad que debe a su condición de símbolo de la nación, lo que no le impide ser también amable, compasiva, sin una inteligencia extraordinaria pero intuitiva, tenaz y dotada de una gran memoria, cualidades todas que, unidas a su larguísima experiencia como reina, le permiten resolver los misterios a los que se enfrenta. Y, claro, cuando la ocasión lo requiere puede también ejercer una autoridad que solo a ella está reservada.
Como en la primera novela, En un caso de tres perros se cuentan detalles muy entretenidos y bien documentados de la vida palaciega, especialmente del intrincado funcionamiento del palacio de Buckingham.

La trama es compleja, pero está muy bien desarrollada, aun con alguna incongruencia que se perdona fácilmente porque la balanza del lector se inclina por el conjunto antes que por el detalle. La autora, como en la novela anterior, no recurre nunca a mezquinos cotilleos sobre la familia real. Se menciona o aparecen algunos de los familiares de Isabel II, pero no son tratados maliciosamente por la autora, solo hay una leve crítica al príncipe Harry, que es calificado por su abuelo de idiota, pero esa opinión parece estar muy extendida entre los británicos.
En realidad, como en El nudo Windsor, solo el Príncipe Felipe -a quien la autora dedica la novela- tiene un pequeño protagonismo. Su humor sarcástico suaviza la pesada carga de los deberes reales de Isabel, a lo que también contribuyen los traguitos nocturnos, compartidos con su dama de compañía, de ginebra con Dubonnet.

Siempre regia pero siempre humana, S.J. Bennett ha sabido crear un personaje literario que tiene muchas posibilidades en convertirse en un clásico de la literatura de misterio. Y de proporcionarnos, en ese camino, muchas felices horas de entretenimiento.
Creo que muchos de los lectores de estas novelas, cuando llegue el momento del fallecimiento de la longeva Isabel II, nos despediremos en realidad del personaje creado por S.J. Bennett. Considero que este es, en realidad, el mejor elogio que se le puede hacer a la autora.
Y ahora, yo, y creo que cualquiera que lea esta novela, nos quedamos esperando con ganas el tercer caso de esta verdadera “Reina del crimen”.
Los rescatados
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